LAICOS
DEHONIANOS VALENCIA
6-
Noviembre- 2013
El pasado día 6 nos reunimos en los locales de Esic el grupo local. Faltaron 4 personas, por motivos diversos.
Tras la oración inicial, se leyó las frases del Padre Dehon. Y después se proclamó el evangelio.
Hubo una reflexión sobre cada texto evangélico y una muy interesante puesta en común.
Oración
inicial
Señor
Jesús, envía tu Espíritu, para que Él nos ayude a leer la Biblia en el mismo
modo con el cual Tú la has leído a los discípulos en el camino de Emaús.
Crea
en nosotros el silencio para escuchar tu voz en la Creación y en la Escritura,
en los acontecimientos y en las personas, sobre todo en los pobres y en los que
sufren.
Padre Dehon:
“Es mi madre la
que domina mis recuerdos más lejanos. Yo no la dejaba nunca. Mientras que mi
hermano iba y venía con mi padre y compartía su afición por los cultivos y los
caballos, yo me quedaba en casa y seguía a mi madre paso a paso... Ella me
hacía rezar. El recuerdo de mis oraciones de niño es muy vivo en mí. Por nada
en el mundo ella dejaba de invitarme a rezar por la mañana y por la noche. El
alma hermosa de mi madre se volcó un poco en la mía... ella ha sido para
mí uno de los dones más grandes de mi Dios y el instrumento de miles de
gracias... Ella preparó indirectamente mi vocación.” NHV 1,6-7
“Tuve que sostener con mis
padres algunas escenas muy dolorosas. Mi padre sufría cruelmente por mi
decisión: él no entendía nada... Soñaba para mí una carrera de honores según el
mundo. Durante largo tiempo deseó para mí la Escuela Politécnica. Ahora
había estudiado derecho y él me destinaba a la diplomacia o a la magistratura.
Mi madre, de quien había esperado confiadamente una ayuda, me abandonó por
completo. Era piadosa, quería que yo fuera piadoso, pero el sacerdocio la
espantaba; le parecía que no sería más de la familia, que estaría perdido para
ella. Tuve que endurecer mi corazón para resistir todos los asaltos. Fui a
veces duro para con mis padres: era necesario. Les dije que era mayor de edad y
que pensaba ser libre. Se llegó a la conclusión de que me dejarían partir, mas
las escenas de lágrimas se renovaban continuamente.” NHV 1,101
“Mi
padre me había prometido claramente que una vez doctor me dejaría libre, pero,
llegado el momento, no quería aún rendirse”. NHV 2,70
Lucas
19,1-10
En aquel tiempo, entró Jesús en Jericó y atravesaba la ciudad.
En aquel tiempo, entró Jesús en Jericó y atravesaba la ciudad.
Un
hombre llamado Zaqueo, jefe de publicanos y rico, trataba de distinguir quién
era Jesús, pero la gente se lo impedía, porque era bajo de estatura. Corrió más
adelante y se subió a una higuera, para verlo, porque tenía que pasar por
allí.
Jesús,
al llegar a aquel sitio, levantó los ojos y dijo:
-
Zaqueo, baja enseguida, porque hoy tengo que alojarme en tu casa.
Él
bajó enseguida, y lo recibió muy contento.
Al
ver esto, todos murmuraban diciendo:
-
Ha entrado a hospedarse en casa de un pecador.
Pero
Zaqueo se puso en pie, y dijo al Señor:
-
Mira, la mitad de mis bienes, Señor, se la doy a los pobres; y si de alguno me
he aprovechado, le restituiré cuatro veces más.
Jesús
le contestó:
-
Hoy ha sido la salvación de esta casa; también éste es hijo de Abrahán.
Porque
el Hijo del Hombre ha venido a buscar y a salvar lo que estaba perdido.
Lucas
20,27-38
En aquel tiempo, se acercaron a Jesús unos saduceos, que niegan la resurrección
En aquel tiempo, se acercaron a Jesús unos saduceos, que niegan la resurrección
y
le preguntaron: - Maestro, Moisés nos dejó escrito:
«Si
a uno se le muere su hermano, dejando mujer pero sin hijos, cásese con la viuda
y
dé descendencia a su hermano». Pues bien, había siete hermanos: el primero se
casó y murió sin hijos. Y el segundo y el tercero se casaron con ella, y así
los siete murieron sin dejar hijos. Por último murió la mujer. Cuando llegue la
resurrección, ¿de cuál de ellos será la mujer? Porque los siete han estado
casados con ella.
Jesús
les contestó:
- En esta vida hombres y mujeres se casan; pero
los que sean juzgados dignos de la vida futura y de la resurrección de entre
los muertos no se casarán.
Pues
ya no pueden morir, son como ángeles; son hijos de Dios, porque participan en
la resurrección.
Y
que resucitan los muertos, el mismo Moisés lo indica en el episodio de la
zarza,
cuando
llama al Señor:
«Dios
de Abrahán, Dios de Isaac, Dios de Jacob».
No
es Dios de muertos sino de vivos: porque para él todos están vivos.
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