El pasado 16
de diciembre, nos reunimos en Esic, el grupo local de laicos dehonianos, con la ausencia de 5 miembros, por motivos
diversos.
-Oración inicial
-Lectura del texto del P Dehon:
“En
las palabras “Ecce venio”: Heme aquí,
Señor; y “Ecce ancilla”: He aquí la esclava del Señor se encuentra toda
nuestra vocación, nuestro fin, nuestro
deber y nuestras promesas.
En todas las circunstancias, en
todos los acontecimientos de nuestra vida presente y futura, el Ecce venio basta, si está en el pensamiento y en el corazón, al mismo tiempo que lo pronuncian
nuestros labios.
Ecce venio, aquí estoy,
Señor, para hacer tu voluntad; aquí estoy dispuesto a obrar, a
emprender, a sufrir lo que quieras, a sacrificar lo que me pidas.
Podemos vivir sin
inquietud, ya que la voluntad de Dios se manifiesta a cada instante; y si, a causa de la oscuridad, la incertidumbre llena nuestro espíritu y nuestro corazón, perseveremos con paciencia y con amor en
este estado, hasta que la sabiduría y la bondad de Dios se complazcan en hacer
que brille de de nuevo su luz.” (Dir. Esp.
3,8)
- Proclamación de la Palabra
Juan 1,6-8. 19-28
Lucas 1, 26-38
- Reflexión
Entresaco esta frase del texto
de Juan:
Allanad el camino del Señor»
Tengo
que estar atento y agradecido, a las personas que Dios me envía, en distintos momentos
de mi vida para que mi ser se prepare, y
para hacer posible mi encuentro personal con Jesucristo.
Si
alguien conocido me llama y me dice:
Tengo
ganas de verte, quiero estar contigo.
¿Cuándo podemos quedar?
Quien
me llama y solicita estar conmigo, está dispuesto a dejar de lado sus asuntos,
para venir a verme.
¿Y
yo? ¿Qué tengo que hacer para preparar
el camino que le lleva a mí, a
esa persona? Es decir, para hacer posible que nos encontremos.
Primero
responder a esta pregunta ¿Yo quiero?
Las
prisas, las múltiples ocupaciones me pueden hacer la vida complicada para
encontrarme con el Señor.
Dios
me envía mensajeros para que pare, le escuche, y viva, junto a Él, lo
verdaderamente auténtico de la vida.
En
las relaciones de amistad, entre padres e hijos, entre hermanos, suele ser
siempre uno el que tira más del carro de la relación, buscando ese rato de
encuentro, de intimidad, de estar simplemente juntos.
Y,
¡cuántas veces no es posible por las múltiples ocupaciones del otro!
Con
Jesucristo, tenemos la suerte, que
siempre es Él quien tira del carro.
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