A partir de este miércoles 13 de enero, el Papa Francisco
inicia una serie de catequesis sobre la Misericordia. Semanalmente las iremos difundiendo.
Texto completo de la catequesis del Papa Francisco, durante la
audiencia general de este miércoles, 13 de enero.
Queridos hermanos y hermanas,
¡buenos días!
Hoy comenzamos las catequesis
sobre la misericordia según la perspectiva bíblica, para aprender la
misericordia escuchando eso que Dios mismo nos enseña con su palabra. Empezamos
por el Antiguo Testamento, que nos prepara y nos conduce a la revelación llena
de Jesucristo, en quien lo lleva a cabo y se revela la misericordia del Padre.
En la Sagrada Escritura, el Señor es presentado como “Dios misericordioso”.
Este es su nombre, a través del cual Él nos revela, por así decir, su rostro y
su corazón. Él mismo, como narra el Libro del Éxodo, revelándose a Moisés se
autodefine así: “El Señor es compasivo y misericordioso, lento a la ira, rico
en clemencia” . También en otros textos encontramos esta fórmula, con alguna
variante, pero siempre la insistencia se pone en la misericordia y sobre el
amor de Dios que no se cansa nunca de perdonar. Vemos juntas, una por una,
estas palabras de la Sagrada Escritura que nos hablan de Dios.
El Señor es “misericordioso”:
esta palabra evoca una actitud de ternura como la de una madre en lo
relacionado con el hijo. De hecho, el término hebreo usado por la Biblia hace
pensar en las entrañas o también al vientre materno. Por eso, la imagen que
sugiere es la de un Dios que se conmueve y se enternece por nosotros como una
madre cuando toma en brazos a su niño, deseosa solo de amar, proteger, ayudar,
preparada para donar todo, también a sí misma. Esa es la imagen que sugiere
este término. Un amor, por tanto, que se puede definir en buen sentido como
“visceral”.
Después está escrito que el
Señor es “bondadoso”, en el sentido que hace gracia, tiene compasión y, en su
grandeza, se inclina sobre quien es débil y pobre, siempre listo para acoger,
comprender, perdonar. Es como el padre de la parábola del Evangelio de Lucas:
un padre que no se cierra en el resentimiento por el abandono del hijo menor,
sino al contrario, continúa a esperarlo, lo ha generado, y después corre a su
encuentro y lo abraza, no lo deja ni siquiera terminar su confesión, como si le
cubriera la boca, qué grande es el amor y la alegría por haberlo reencontrado;
y después va también a llamar al hijo mayor, que está indignado y no quiere
hacer fiesta, el hijo que ha permanecido siempre en la casa, pero viviendo como
un siervo más que como un hijo. Y también sobre él el padre se inclina, lo
invita a entrar, trata de abrir su corazón al amor, para que ninguno quede
excluido de la fiesta de la misericordia. La misericordia es una fiesta.
De este Dios misericordioso se
dice también que es “lento a la ira”, literalmente, “largo de respiración”, es
decir, con la respiración amplio de la paciencia y de la capacidad de soportar.
Dios sabe esperar, sus tiempos no son aquellos impacientes de los hombres; Es
como un sabio agricultor que sabe esperar, da tiempo a la buena semilla para que
crezca, a pesar de la cizaña.
Y por último, el Señor se
proclama “grande en el amor y en la fidelidad”. ¡Qué hermosa es esta definición
de Dios! Aquí está todo porque Dios es grande y poderoso. Pero esta grandeza y
poder se despliegan en el amarnos, nosotros así de pequeños, así de incapaces.
La palabra “amor”, aquí utilizada, indica el afecto, la gracia,
la bondad. No es un amor de telenovela. Es el amor que da el primer paso, que
no depende de los méritos humanos sino de una inmensa gratuidad. Es la solicitud
divina que nada la puede detener, ni siquiera el pecado, porque sabe ir más
allá del pecado, vencer el mal y perdonarlo.
Una “fidelidad” sin límites: he aquí la última palabra de la
revelación de Dios a Moisés. La fidelidad de Dios nunca falla, porque el Señor
es el Custodio que, como dice el Salmo, no se duerme sino que nos vigila
continuamente para llevarnos a la vida:
«El no dejará que resbale tu
pie, dice el Salmo,
¡tu guardián no duerme!
No, no duerme ni dormita
el guardián de Israel.
[…]
El Señor te protegerá de todo
mal
y cuidará tu vida.
Él te protegerá en la partida y
el regreso,
ahora y para siempre».
Y este Dios misericordioso es
fiel en su misericordia. Y Pablo dice algo bello: si tú, delante a Él, no eres
fiel, Él permanecerá fiel porque no puede renegarse a sí mismo, la fidelidad en
la misericordia es el ser de Dios. Y por esto Dios es totalmente y siempre
fiable. Una presencia sólida y estable. Es esta la certeza de nuestra fe. Y
entonces, en este Jubileo de la Misericordia, confiemos totalmente en Él, y
experimentemos la alegría de ser amados por este “Dios misericordioso y
bondadoso, lento a la ira y grande en el amor y en la fidelidad”.
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