Para crecer en la caridad
Procuraré repetirme a mí mismo en cada ocasión: hace
falta hacer desbordar la medida de la caridad.
Si la acidia me dice: necesitas descanso, contestaré:
hace falta hacer desbordar la medida de la caridad. Si la prudencia de la carne
pretende que no hace falta desvelarse en detrimento del propio prestigio,
contestaré: hace falta hacer desbordar la medida de la caridad. Si soy
incomodado, cansado, todavía me diré a mí mismo: ánimo, hace falta hacer
desbordar la medida de la caridad.
A mi vez, cuando necesite de una ayuda, de un consejo, de
una corrección, de un consuelo, quizás de perdón o de socorro por el alma y por
el cuerpo, por mí o por mis hermanos, iré a Jesús y le diré: “Buen Maestro, has
prometido correspondernos con la misma medida. Es necesario que incluso tú
hagas desbordar la medida de la caridad”. Amén.
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