Fuente:https://dehonianos.com/blog/entrevista-juan-jose-arnaiz/
Hemos entrevistado al P. Juan José Arnaiz para que nos cuente sus
impresiones horas antes de su toma de posesión.
-Comienza su cargo
cuando se está celebrando el centenario de la llegada de los Dehonianos a
España. ¿Cómo afronta los próximos años como Superior Provincial? ¿Esperaba
este nombramiento?
Esperar en el sentido de desear, ¡para nada! ¿Que en los últimos meses
algunos hermanos dejaban caer comentarios e insinuaciones que me ponían en alerta?…,
pues negarlo sería mentir. Y luego llegó la llamada del P. Carlos Luis, nuestro
Superior general, a su despacho y la pregunta por la aceptación de este
ministerio.
Desde ese día afronto esta tarea muy consciente de mis debilidades e
insuficiencias. Muy consciente de que este cargo está diseñado para gobernar,
es decir, para servir a las personas que nos hemos consagrado al Señor en esta
Congregación. Para, a veces puesto delante, otras al lado, otra detrás, caminar
en el servicio de la Iglesia y de la sociedad en este momento histórico que nos
toca vivir. En éste y no en otro. También soy muy consciente de lo difícil que
es combinar misericordia y justicia, lo difícil que es distinguir entre bien y
mal, entre teoría y práctica, entre verdad y mentira… servir y no servirse… Por
eso, el espacio que veo abierto por delante es el de la búsqueda y continua
petición al Señor para que tenga compasión de mí y me ayude a servir y querer
en la verdad y en la alegría a mis hermanos religiosos y a todos los que se nos
confían en el día a día.
-Supongo que en este
momento le vendrán a la memoria muchos momentos de sus inicios de vida
religiosa, como su etapa en Alba de Tormes y Salamanca. ¿Hay algún momento o
alguna persona que recuerde con más cariño?
¡Claro que sí! Puede que mi carácter introvertido haga difícil exteriorizar
mi afecto y estima por todas esas personas; pero creo que ellas saben
perfectamente el lugar que ocupan en mi corazón. Yo mismo me sorprendo que,
aficionado y dedicado muchas veces a mirar hacia nuestro pasado común, no soy
de los que miran mucho a su propio pasado personal. Creo que eso me ha ayudado
a no caer en ese tipo de nostalgia que nos paraliza, que nos aleja de vivir el
presente y construir el futuro porque ¡lo de antes sí que era bueno! Creo que
lo nuestro es vivir con toda la intensidad este presente nuestro que cuenta con
la sabiduría del pasado y que ansía un futuro mejor. En esto los rostros de
religiosos, compañeros y compañeras de trabajo en los centros y comunidades en
que he estado, el de amigos, amigas y familiares son fundamentales. Sin ellos
ni sería lo que soy, ni sabría amar ni entender el amor de Dios, ni conocer mis
muchas limitaciones.
-Lleva desde 2014 en
Roma donde hasta ahora era el vicedirector del Centro de Estudios Dehonianos y
Director de la Biblioteca de la Curia general. ¿Qué ha supuesto para usted esta
etapa fuera de España?
En aquel momento cumplía 40 años y al principio fue duro porque la llamada
a Roma coincidía con un momento en el que sentía mucha fuerza y un poco de
experiencia para afrontar nuevos desafíos en las tareas que en la Provincia
tenía asignadas. Supuso un parón y una ruptura. Dejar la propia ‘cultura
provincial’ siempre tiene su parte de dureza, pero… al final, el Señor continúa
enriqueciéndonos y demostrándonos cómo en la docilidad que precisa nuestra
obediencia (nuestra escucha atenta) se encuentran tesoros muy valiosos.
En mi etapa romana, son tesoros de ciencia, de experiencia, de convivencia,
de desolación y consolación, de oración personal y de sentir la pluralidad de
la Iglesia y de la Congregación, la identificación de los matices que generan
las grandes peculiaridades de cada uno… tantas cosas y sobre todo personas que
me traigo muy adentro.
-A los Dehonianos les
caracteriza la Misión Compartida, ya el P. Dehon tuvo muy presente a los laicos
desde los orígenes de la Congregación. ¿Qué papel tienen hoy en día los laicos
en la Familia Dehoniana?
Tan importante como complejo es este elemento de naturaleza que llamamos
‘misión compartida’. Procuro repetirme una reflexión, un tanto teológica, sobre
el misterio de Dios: es tan divino dar (lo que ‘caracteriza’ al Padre) como
recibir (lo que ‘caracteriza’ al Hijo). Es decir, para empezar ni un religioso
ni un laico son menos porque reciban. La misión también es saber recibir y
saber multiplicar el don recibido. Quedarse en la protesta porque el clero haya
monopolizado para sí la misión es tan inoperante como afirmar que todos tenemos
una clara y recta conciencia de qué misión nos asigna el Señor Jesús en la
Iglesia de hoy.
Esto lo digo porque no quisiera que la misión compartida se entienda como
sustitución o reparto de ‘poder’. Esto es la negación misma de la misión. Así
pues, veo tanto a los laicos como a los religiosos así: buscando discernir qué
quiere Dios hoy de nosotros, buscando entender y asumir las fuertes exigencias
que estos dos estados de vida en la Iglesia piden de nosotros. Veo a religiosos
y laicos tomando conciencia de que sus respectivas formas de vida son
totalmente necesarias y totalmente complementarias. A partir de ahí, se deben
diseñar los itinerarios de futuro: sin prisas, sin idealismos vacuos, sin
descompromiso, sin pérdidas de identidad, sin apropiaciones indebidas ni
intereses creados, sin temeridad y sin temor. Con mucho discernimiento y
compromiso visible. Creo que nos une un mismo papel: ser buscadores de la
voluntad de Dios… ¡para cumplirla!
-La Familia Dehoniana
es muy diversa, ¿cómo animaría a la gente para que forme parte de esta gran
familia?
Animar hace referencia a “ánima”, al alma, al propio santuario interior… y
ahí ninguno podemos entrar, es una cosa entre Dios y cada uno de nosotros. Por
eso, mi primera invitación es a entrar en el propio interior y discernir si el
Señor llama a formar parte de esta Familia. Eso es lo primero porque,
indudablemente, el Espíritu, porque nos ama, nos llama a cada uno de nosotros a
estar donde Él cree que encontraremos nuestro bien. En segundo lugar, diría que
lo que vale para mí, vale para otros, es decir, nosotros tenemos que cuidar el
don recibido, porque no es de nuestra propiedad. Solo el cuidado del cariño lo
hará disponible y reconocible para otros llamados. Pertenecer a la Familia
Dehoniana, como religioso scj o como laico dehoniano, es un don y es una tarea
de cuidado y de ‘reconocibilidad’. Si el Señor te llama a esta Familia, no
tengas miedo, vente con nosotros y, si te sientes en tu casa, quédate.
-Comienza su mandato
en plena pandemia de coronavirus. Los Dehonianos desde el principio se han
volcado en ayudar a las familias, ancianos, sanitarios… ¿Cómo animaría a la
gente para que colabore con los afectados?
Hay un modo egoísta y duro de animar: ¡el siguiente puedes ser tú! La
‘regla de oro’, el mandamiento único que nos dejó el Señor “ama a Dios sobre
todas las cosas y al prójimo como a ti mismo”, cubre todas las posibilidades.
Si no te mueve el amor y el respeto de Dios, si no te mueve el amor por tus
semejantes, al menos que te mueva el amor por tu propia supervivencia.
Colabora, trabaja mano con mano. Este tipo de pandemias (porque no es la
primera) hacen caer muchas de nuestras construcciones cotidianas. Éstas son tan
buenas, están tan bien pensadas, están tan bien sostenidas en avances y
progresos impresionantes (al menos en ciertas partes del planeta, como la
nuestra) que tienen el efecto de hacernos olvidar la verdad… por ejemplo, que
en este ecosistema nuestro, ¡los reyes son los virus y las bacterias! Que un
insignificante elemento puede acabar con una especie compleja como los
dinosaurios o como la que somos nosotros. La pandemia nos ha evidenciado esta
verdad. Pero a su luz también resplandecen verdades aún mayores: cómo esta
especie compleja que somos nosotros tiene capacidades impresionantes para
revertir el reinado de virus y bacterias en el control de la vida, cómo esta
especie humana tiene recursos para activar la responsabilidad, la solidaridad, el
amor capaz de arriesgar la propia vida; cómo somos capaces de reivindicar
humanidad, cómo somos capaces de ver y aplaudir a quienes están combatiendo por
los nuestros; cómo somos capaces de exigir nuevas ideas, nuevos diseños de la
cotidianidad, nuevas políticas… Y sí, todo ello entre sombras que oscurecen y
enfrían esa luz.
Mi petición es que sigamos puestos en pie y atentos a cuidar unos de otros,
a modificar hábitos y costumbres creando otros nuevos que nos permitan expresar
ese cuidado, ese amor por el prójimo; que seamos fuertes en denunciar lo que
nos pone en riesgo y seamos constantes en seguir siendo humanos gracias a poner
al otro en el centro; y esto se hace interesándose: con una mirada, con un
reproche, con dinero, con ayuda para hacer la compra, para llamar a un médico…
y tantas y tantas maneras que surgen de estar atento al otro.
-Desde la Provincia
española se está también muy volcado en la misión en Ecuador y Venezuela. ¿Qué
importancia tiene la misión para los Dehonianos y qué proyectos de estos países
destacaría?
La misión, cualquier tipo de misión, tiene carta de naturaleza en nuestra
congregación. Por eso, el proyecto que destaco de nuestra Congregación en
Ecuador, en Venezuela y, pronto si Dios quiere, en Colombia, es éste: estar con
la gente, escuchar, mirar y responder. Ese es el gran proyecto: ¿veo que hay
hambre y falta de formación higiénica o cultural? ¿responde un comedor infantil
y un apadrinamiento? hagámoslo; ¿veo que hay necesidad de financiar proyectos
que activen un futuro gracias a un puesto de trabajo? ¿sirve una financiación
por microcréditos o la creación de una escuela de formación profesional?
hagámoslo; ¿veo que hay sed de justicia, que hay sed de libertad, sed de Dios?
¿sirve una parroquia que acoja la denuncia de la injusticia y el anuncio de la
paz de Cristo? Hagámoslo. Este es el proyecto: ver, discernir y hacer.
-Los Dehonianos en
España tienen diferentes colegios, escuelas infantiles, ESIC… ¿qué importancia
tiene la educación para los Dehonianos y para el futuro de los jóvenes en
general?
Como señalaba anteriormente, la misión, educativa en este caso, es
connatural. Formar el hombre y la mujer de corazón nuevo, a imagen del Corazón
pleno de Cristo, es el objetivo. Educar significa sacar hacia fuera lo que está
dentro, esa maravilla que es cada uno de los hombres y mujeres, de los chicos y
chicas que sus padres nos confían. Pero también significa transmitir todo el
acumulado de experiencia y saber que la aventura humana ha alcanzado en todos
sus niveles: intelectual, afectivo, espiritual, de ensoñación, de bien, pero
también de mal. Defender y proteger del mal, de lo que acaba con nosotros, es
otro reto. Dejar de educar significa para nosotros dejar de amar y eso toca
directamente la esencia de nuestro ser y de nuestra vocación. Es un termómetro
que indica nuestra salud espiritual y apostólica.
Además, esta función de enseñar va más allá de la actividad en un centro
educativo o universitario; se enseña en el púlpito de una parroquia, en la sede
de un confesionario, en el caminar compartido en la dirección espiritual, en la
acogida de quien necesita ayuda inmediata, en la consulta de bienechores y
amigos que telefonean buscando un oído que escucha y unos labios que dan lo que
surge del corazón. Ahí se enseña, precisamente porque se aprende. Y los jóvenes
nos enseñan cómo enseñarles. La importancia de esta misión es total a mi
modesto parecer.
-La pandemia hizo que
se suspendiera el acto de celebración del centenario en el Cerro de los
Ángeles, ¿se va a organizar en otra fecha? ¿Se tienen previstos más actos para
conmemorar el centenario de la llegada de los Dehonianos a España?
No estamos en condiciones de dar una respuesta concreta. Si Dios quiere, el
gran regalo que podremos apreciar cuando superemos entre todos esta pandemia
será el de tener tiempo. Con lo cual el centenario como hecho consumado
podremos y deberemos celebrarlo con solemnidad y profundidad espiritual. Pero
esta pandemia nos ha enseñado y nos exige tener muy en cuenta las necesidades y
las urgencias de los más afectados por sus efectos. Una sociedad traspasada y
una economía herida que conocerá más desempleo, más males estructurales, más
hambre, más desamparo, más falta de sentido, más heridas psicológicas y
espirituales abiertas, más necesidad de educación y formación y un largo
etcétera, exige de nosotros dehonianos ‘re-llegar’ a esta España del 2020 con
compasión y solidaridad a centenares. Si cumplimos en el día a día este tipo de
actos, seguro que necesitaremos reunirnos para celebrar, contemplar y suplicar
al Corazón de Cristo su gracia, su fuerza y su amor. Ojalá sea así.
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