21/4/15

Valencia: reunión grupo local






Los días  31 de marzo y 14 de abril,  nos reunimos en los locales de Esic, el grupo local. El primer día la asistencia fue de 17 personas, y el segundo, de 12 personas, el resto no pudieron asistir por motivos de salud y trabajo.
El tema de los dos días:


El especial interés en conocerla surge a partir del pasado día 8 de septiembre, en el que el P. José Ornelas Carvalho, Superior General de los SCJ,  fue  recibido por el Papa Francisco en el Vaticano.
En este encuentro el Papa Francisco le dijo.

“Y yo te pido muy insistentemente que promuevas el estudio de la Exhortación Apostólica Evangelii Gaudium. Os encontraréis en el corazón del cambio necesario: ¡cambio de la mente y del corazón!”.
Quiero transmitiros esta recomendación, esperando que el soplo de aire fresco presente en la Exhortación pueda contribuir a renovar nuestra vida y misión con alegría, generosidad y esperanza”.

Y Fernando R. Garrapucho SCJ, delegado nacional de los laicos, nos lo recordó en su visita a Valencia.

Ambas reuniones discurrieron de esta manera:

-Oración inicial,
-Charla,  impartida por Jesús Valdezate, SCJ,

La exposición  de la charla  fue fácil de entender, muy amena, distendida y profunda. Y, como guinda del pastel, Jesús nos transmitió una ilusión contagiosa.  

-Puesta en común, muy enriquecedora.


De la Charla pongo algunas pinceladas:

 
Actitudes previas a su lectura:

- Aprender siempre: “re-aprender”.
- Actitud de ser creativos para avanzar.
- Actitud de festejar con los demás.
- Ser curiosos, apasionados desde el respeto y la humildad


Fragmentos del texto


1-“… cuando alguien da un pequeño paso hacia Jesús, descubre que Él ya esperaba su llegada con los brazos abiertos. […] Dios no se cansa nunca de perdonar, somos nosotros los que nos cansamos de acudir a su misericordia. Aquel que nos invitó a perdonar «setenta veces siete» […] Nos vuelve a cargar sobre sus hombros una y otra vez. Nadie podrá quitarnos la dignidad
que nos otorga este amor infinito e inquebrantable. Él nos permite levantar la cabeza y volver a empezar, con una ternura que nunca nos desilusiona y que siempre puede devolvernos la alegría.
No huyamos de la resurrección de Jesús, nunca nos declaremos muertos, pase lo que pase” (EG 3)


2-“«Hijo, en la medida de tus posibilidades trátate bien […] No te prives de pasar un buen día» (Eclo 14,11.14). ¡Cuánta ternura paterna se intuye detrás de estas palabras!” (EG 4)


3-El gran riesgo del mundo actual, con su múltiple y abrumadora oferta de consumo, es una tristeza individualista que brota del corazón cómodo y avaro, de la búsqueda enfermiza de placeres superficiales, de la conciencia aislada. Cuando la vida interior se clausura en los propios intereses, ya no hay espacio para los demás, ya no entran los pobres, ya no se escucha la voz de Dios, ya no se goza la dulce alegría de su amor, ya no palpita el
entusiasmo por hacer el bien.


4-Hay cristianos cuya opción parece ser la de una Cuaresma sin Pascua. Pero reconozco que la alegría no se vive del mismo modo en todas las etapas y circunstancias de la vida, a veces muy duras. Se adapta y se transforma, y siempre permanece al menos como un brote de luz que nace de la certeza personal de ser infinitamente amado, más allá de todo.


5-Llegamos a ser plenamente humanos cuando somos más que humanos, cuando le permitimos a Dios que nos lleve más allá de nosotros mismos para alcanzar nuestro ser más verdadero. Allí está el manantial de la acción evangelizadora. Porque, si alguien ha acogido ese amor que le devuelve el sentido de la vida, ¿cómo puede contener el deseo de comunicarlo a otros?


6-Tampoco creo que deba esperarse del magisterio papal una palabra definitiva o completa sobre todas las cuestiones que afectan a la Iglesia y al mundo. No es conveniente que el Papa reemplace a los episcopados locales en el discernimiento de todas las problemáticas que se plantean en sus territorios. En este sentido, percibo la necesidad de avanzar en una saludable «descentralización».


7-La comunidad evangelizadora se mete con obras y gestos en la vida
cotidiana de los demás, achica distancias, se abaja hasta la
humillación si es necesario, y asume la vida humana, tocando la
carne sufriente de Cristo en el pueblo. Los evangelizadores tienen
así «olor a oveja» y éstas escuchan su voz.


8-Sueño con una opción misionera capaz de transformarlo todo, para que las costumbres, los estilos, los horarios, el lenguaje y toda estructura eclesial se convierta en un cauce adecuado para la evangelización del mundo actual más que para la autopreservación.
La reforma de estructuras que exige la conversión pastoral sólo puede entenderse en este sentido:  procurar que todas ellas se vuelvan más misioneras, que la pastoral ordinaria en todas sus instancias sea más expansiva y abierta, que coloque a los agentes pastorales en constante actitud de salida y favorezca así la respuesta positiva de todos aquellos a quienes Jesús convoca a su amistad..


9-Dado que estoy llamado a vivir lo que pido a los demás, también
debo pensar en una conversión del papado. Me corresponde, como Obispo de Roma, estar abierto a las sugerencias que se orienten a un ejercicio de mi ministerio que lo vuelva más fiel al sentido que Jesucristo quiso darle y a las necesidades actuales de la evangelización.


10--A los sacerdotes les recuerdo que el confesionario no debe ser
una sala de torturas sino el lugar de la misericordia del Señor
que nos estimula a hacer el bien posible.


11-Primerear, involucrarse, acompañar, fructificar y festejar

“La Iglesia en salida es la comunidad de discípulos misioneros que primerean, que se involucran, que acompañan, que fructifican y festejan […] La comunidad evangelizadora se mete con obras y gestos en la vida cotidiana de los demás, achica distancias, se abaja hasta la humillación si es necesario, y asume la vida humana, tocando la carne sufriente de Cristo en el pueblo.
Los evangelizadores tienen así «olor a oveja» y éstas escuchan su voz” (EG 24)


12-Prefiero una Iglesia accidentada, herida y manchada por salir a la
calle, antes que una Iglesia enferma por el encierro y la comodidad de aferrarse a las propias seguridades. No quiero una Iglesia preocupada por ser el centro y que termine clausurada en una maraña de obsesiones y procedimientos.


13-Una madre de corazón abierto
“La Iglesia «en salida» es una Iglesia con las puertas abiertas. Salir hacia los demás para llegar a las periferias humanas no implica correr hacia el mundo sin rumbo y sin sentido. Muchas veces es más bien detener el paso, dejar de lado la ansiedad para mirar a los ojos y escuchar, o renunciar a las urgencias para acompañar al que se quedó al costado del camino. A veces es como el padre del hijo pródigo, que se queda con las puertas abiertas para que, cuando regrese, pueda entrar sin dificultad.” (EG 46)


14- “La Iglesia está llamada a ser siempre la casa abierta del Padre.
Uno de los signos concretos de esa apertura es tener templos con las puertas abiertas en todas partes. Todos pueden participar de alguna manera en la vida eclesial, todos pueden integrar la comunidad, y tampoco las puertas de los sacramentos deberían cerrarse por una razón cualquiera. Esto vale sobre todo cuando se trata de ese sacramento que es «la puerta», el Bautismo. La Eucaristía, si bien constituye la plenitud de la vida
sacramental, no es un premio para los perfectos sino un generoso remedio y un alimento para los débiles”. (EG 47)


15-Así como el mandamiento de «no matar» pone un límite claro para asegurar el valor de la vida humana, hoy tenemos que decir «no a una economía de la exclusión y la inequidad». Esa economía mata. No puede ser que no sea noticia que muere de frío un anciano en situación de calle y que sí lo sea una caída de dos puntos en la bolsa. Eso es exclusión. No se puede tolerar más que se tire comida cuando hay gente que pasa hambre. Eso es inequidad. Hoy todo entra dentro del juego de la competitividad y de la ley del más fuerte, donde el poderoso se come al más débil.


16-La cultura mediática y algunos ambientes intelectuales a veces
transmiten una marcada desconfianza hacia el mensaje de la Iglesia, y un cierto desencanto. Como consecuencia, aunque recen, muchos agentes pastorales desarrollan una especie de complejo de inferioridad que les lleva a relativizar u ocultar su identidad cristiana y sus convicciones. Se produce entonces un círculo vicioso, porque así no son felices con lo que son y con lo que hacen, no se sienten identificados con su misión evangelizadora, y esto debilita la entrega.
Terminan ahogando su alegría misionera en una especie de obsesión
por ser como todos y por tener lo que poseen los demás.


17- ”A veces sentimos la tentación de ser cristianos manteniendo una prudente distancia de las llagas del Señor.
 Pero Jesús quiere que toquemos la miseria humana, que toquemos la carne sufriente de los demás. Espera que renunciemos a buscar esos cobertizos personales o comunitarios que nos permiten mantenernos a distancia del nudo de la tormenta humana, para que aceptemos de verdad entrar en contacto con la existencia concreta de los otros y conozcamos la fuerza de la ternura.
Cuando lo hacemos, la vida siempre se nos complica maravillosamente y vivimos la intensa experiencia de ser pueblo, la experiencia de pertenecer a un pueblo”. (EG 270)


18-La Iglesia reconoce el indispensable aporte de la mujer en la sociedad, con una sensibilidad, una intuición y unas capacidades peculiares que suelen
ser más propias de las mujeres que de los varones.
Por ejemplo, la especial atención femenina hacia los otros, que se expresa de un modo particular, aunque no exclusivo, en la maternidad.
Reconozco con gusto cómo muchas mujeres comparten responsabilidades pastorales junto con los sacerdotes, contribuyen al acompañamiento de
personas, de familias o de grupos y brindan nuevos aportes a la reflexión teológica. Pero todavía es necesario ampliar los espacios para una
presencia femenina más incisiva en la Iglesia.


19- Queda claro que Jesucristo no nos quiere príncipes que miran
despectivamente, sino hombres y mujeres de pueblo.
Ésta no es la opinión de un Papa ni una opción pastoral entre otras posibles; son indicaciones de la Palabra de Dios tan claras, directas y contundentes que no necesitan interpretaciones.



 


 




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