Bajaron al paralítico desde un agujero del techo,
y Tú te quedaste emocionado con su fe.
Y no pudiste aguantarte, hasta que le dijiste:
«Tus pecados están perdonados».
¿Se los perdonaste con tus palabras
o confirmaste que ya le había llegado el perdón y la
curación
por la fe que había puesto en ti?
¡La fe perdonando los pecados!
¡La fe devolviendo el movimiento!
¡La fe rejuveneciendo unos músculos envejecidos
y un alma todavía más vieja!
La fe de él y la fe de ellos.
Y Tú mostrando que tus piruetas de curandero físico
eran entrenamientos de experto cirujano del alma.
¿Cuándo se había visto algo semejante?
Dime también a mí: «Levántate y anda»,
porque estoy tumbado en la plácida paz
de la invalidez espiritual.
Grítame, porque no sé ni si quiero levantarme
de mi postración.
de mi postración.
Y si no puedes darme tu grito por mi falta de fe,
dámelo al menos por la fe de tantos camilleros
que me han acompañado hasta Ti a lo largo de mi vida.
Gracias por ellos.
Patxi Loidi
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