Hola a todos. Juntos con Jesucristo, como cada semana.
Fijarme en Él, y conocer todo de Él, desde su nacimiento
y reflexionar sobre su persona y su vida,
es camino, verdad y vida, para mí ...y para ti.
Acompañarle y aprender de Él, y con Él,
es lo mejor que me puede pasar.
Porque la vida está en conocerle y hacer lo que El hace.
a lo largo de toda su vida, incluida su Pasión,
me enseña sobre lo principal y secundario,
sobre lo efímero y lo perdurable.
Pasión
de Nuestro Señor Jesucristo según San Marcos 14, 1- 15, 47
Faltaban dos días
para la Pascua y los Ázimos. Los sumos sacerdotes y los letrados pretendían
prender a Jesús a traición y darle muerte. Pero decían:
S. —No durante las
fiestas; podría amotinarse el pueblo.
C. Estando Jesús en
Betania, en casa de Simón, el leproso, sentado a la mesa, llegó una mujer con
un frasco de perfume muy caro, de nardo puro; quebró el frasco y se lo derramó
en la cabeza. Algunos comentaban indignados:
S. — ¿A qué viene
este derroche de perfume? Se podía haber vendido por más de trescientos
denarios para dárselo a los pobres.
C. Y regañaban a la
mujer. Pero Jesús replicó:
U
—Dejadla, ¿por qué la molestáis? Lo que ha hecho conmigo está bien. Porque a
los pobres los tenéis siempre con vosotros y podéis socorrerlos cuando queráis;
pero a mí no me tenéis siempre. Ella ha hecho lo que podía: se ha adelantado a
embalsamar mi cuerpo para la sepultura. Os aseguro que, en cualquier parte del
mundo donde se proclame el Evangelio, se recordará también lo que ha hecho
ésta.
C. Judas Iscariote,
uno de los Doce, se presentó a los sumos sacerdotes para entregarles a Jesús.
Al oírlo, se alegraron y le prometieron dinero. Él andaba buscando ocasión
propicia para entregarlo.
El primer día de los
ázimos, cuando se sacrificaba el cordero pascual, le dijeron a Jesús sus
discípulos:
S. — ¿Dónde quieres
que vayamos a prepararte la cena de Pascua?
C. —Él envió a dos discípulos
diciéndoles:
U
—Id a la ciudad, encontraréis un hombre que lleva un cántaro de agua; seguidlo,
y en la casa en que entre, decidle al dueño: «El Maestro pregunta: ¿Dónde está
la habitación en que voy a comer la Pascua con mis discípulos?»
Os enseñará una sala
grande en el piso de arriba, arreglada con divanes. Preparadnos allí la cena.
C. Los discípulos se
marcharon, llegaron a la ciudad, encontraron lo que les había dicho y
prepararon la cena de Pascua. Al atardecer fue él con los Doce. Estando a la
mesa comiendo dijo Jesús:
U
—Os aseguro, que uno de vosotros me va a entregar: uno que está comiendo
conmigo.
C. —Ellos,
consternados, empezaron a preguntarle uno tras otro:
S. ¿Seré yo?
C. Respondió:
C. Respondió:
U—Uno
de los Doce, el que está mojando en la misma fuente que yo. El Hijo del Hombre
se va, como está escrito; pero, ¡ay del que va a entregar al Hijo del Hombre!;
¡más le valdría no haber nacido!
C. Mientras comían,
Jesús tomó un pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo dio diciendo:
U
—Tomad, esto es mi cuerpo.
C. Cogiendo una
copa, pronunció la acción de gracias, se la dio y todos bebieron.
Y les dijo:
U
—Esta es mi sangre, sangre de la alianza, derramada por todos. Os aseguro, que
no volveré a beber del fruto de la vid hasta el día que beba el vino nuevo en
el Reino de Dios.
C. Después de cantar
el salmo, salieron para el Monte de los Olivos. Jesús les dijo:
U—Todos
vais a caer, como está escrito: «Heriré al pastor y se dispersarán las ovejas.»
Pero cuando
resucite, iré antes que vosotros a Galilea.
C. Pedro replicó:
S. Aunque todos
caigan, yo no.
C. Jesús le
contestó:
U—Te
aseguro, que tú hoy, esta noche, antes que el gallo cante dos veces, me habrás
negado tres.
C. Pero él insistía:
S. Aunque tenga que
morir contigo, no te negaré.
C. Y los demás
decían lo mismo.
C. Fueron a una
finca, que llaman Getsemaní y dijo a sus discípulos:
U—Sentaos
aquí mientras voy a orar.
C. Se llevó a Pedro,
a Santiago y a Juan, empezó a sentir terror y angustia, y les dijo:
U—Me
muero de tristeza: quedaos aquí velando.
C. Y, adelantándose
un poco, se postró en tierra pidiendo que, si era posible, se alejase de él
aquella hora; y dijo:
U‑
¡Abba! (Padre): tú lo puedes todo, aparta de mí ese cáliz. Pero no lo que yo
quiero, sino lo que tú quieres.
C. Volvió, y al encontrarlos
dormidos, dijo a Pedro:
U‑Simón
¿duermes?, ¿no has podido velar ni una hora? Velad y orad, para no caer en la
tentación; el espíritu es decidido, pero la carne es débil.
C. De nuevo se
apartó y oraba repitiendo las mismas palabras. Volvió, y los encontró otra vez
dormidos, porque tenían los ojos cargados. Y no sabían qué contestarle. Volvió
y les dijo:
U‑Ya
podéis dormir y descansar. ¡Basta! Ha llegado la hora; mirad que el Hijo del
Hombre va a ser entregado en manos de los pecadores. ¡Levantaos, vamos! Ya está
cerca el que me entrega.
C. Todavía estaba
hablando, cuando se presentó Judas, uno de los doce, y con él gente con espadas
y palos, mandada por los sumos sacerdotes, los letrados y los ancianos. El
traidor les había dado una contraseña, diciéndoles:
S. ‑Al que yo bese,
es él: prendedlo y conducidlo bien sujeto.
C. Y en cuanto
llegó, se acercó y le dijo:
S. — ¡Maestro!
C. Y lo besó. Ellos
le echaron mano y lo prendieron. Pero uno de los presentes, desenvainando la
espada, de un golpe le cortó la oreja al criado del sumo sacerdote. Jesús tomó
la palabra y les dijo
U
— ¿Habéis salido a prenderme con espadas y palos, como a caza de un bandido? A
diario os estaba enseñando en el templo, y no me detuvisteis. Pero, que se
cumplan las Escrituras.
C. Y todos lo
abandonaron y huyeron. Lo iba siguiendo un muchacho envuelto sólo en una
sábana; y le echaron mano; pero él, soltando la sábana, se les escapó desnudo.
Condujeron a Jesús a casa del sumo sacerdote, y se reunieron todos los sumos
sacerdotes y los letrados y los ancianos. Pedro lo fue siguiendo de lejos,
hasta el interior del patio del sumo sacerdote; y se sentó con los criados a la
lumbre para calentarse. Los sumos sacerdotes y el sanedrín en pleno buscaban un
testimonio contra Jesús, para condenarlo a muerte; y no lo encontraban. Pues,
aunque muchos daban falso testimonio contra él, los testimonios no concordaban.
Y algunos, poniéndose de pie, daban testimonio contra él diciendo:
S. —Nosotros le
hemos oído decir: «Yo destruiré este templo, edificado por hombres, y en tres
días construiré otro no edificado por hombres.»
C. Pero ni en esto
concordaban los testimonios.
El sumo sacerdote se
puso en pie en medio e interrogó a Jesús:
S. — ¿No tienes nada
que responder? ¿Qué son estos cargos que levantan contra ti?
C. Pero él callaba,
sin dar respuesta. El sumo sacerdote lo interrogó de nuevo preguntándole:
S. — ¿Eres tú el
Mesías, el Hijo de Dios bendito?
C. Jesús contestó:
U
—Sí lo soy. Y veréis que el Hijo del Hombre está sentado a la derecha del
Todopoderoso y que viene entre las nubes del cielo.
C. El sumo sacerdote
se rasgó las vestiduras diciendo:
S. — ¿Qué falta
hacen más testigos? Habéis oído la blasfemia. ¿Qué decidís?
C. Y todos lo
declararon reo de muerte. Algunos se pusieron a escupirle, y tapándole la cara,
lo abofeteaban y le decían:
S. —Haz de profeta.
C. Y los criados le
daban bofetadas. Mientras Pedro estaba abajo en el patio, llegó una criada del
sumo sacerdote y, al ver a Pedro calentándose, lo miró fijamente y dijo:
S. —También tú
andabas con Jesús el Nazareno.
C. Él lo negó
diciendo:
S. —Ni sé ni
entiendo lo que quieres decir.
C. Salió fuera al
zaguán, y un gallo cantó. La criada, al verlo, volvió a decir a los presentes:
S. —Este es uno de
ellos.
C. Y él lo volvió a
negar. Al poco rato también los presentes dijeron a Pedro:
S. —Seguro que eres
uno de ellos, pues eres galileo.
C. Pero él se puso a
echar maldiciones y a jurar:
S. —No conozco a ese
hombre que decís.
C. Y enseguida, por
segunda vez, cantó el gallo. Pedro se acordó de las palabras que le había dicho
Jesús: «Antes de que cante el gallo dos veces, me habrás negado tres», y rompió
a llorar.
Apenas se hizo de
día, los sumos sacerdotes con los ancianos, los letrados y el sanedrín en
pleno, prepararon la sentencia; y, atando a Jesús, lo llevaron y lo entregaron
a Pilato. Pilato le preguntó:
S. — ¿Eres tú el rey
de los judíos?
C. El respondió:
U
—Tú lo dices.
C. Y los sumos
sacerdotes lo acusaban de muchas cosas. Pilato le preguntó de nuevo:
S. — ¿No contestas
nada? Mira de cuántas cosas te acusan.
C. Jesús no contestó
más; de modo que Pilato estaba muy extrañado. Por la fiesta solía soltarse un
preso, el que le pidieran. Estaba en la cárcel un tal Barrabás, con los
revoltosos que habían cometido un homicidio en la revuelta. La gente subió y
empezó a pedir el indulto de costumbre.
Pilato les contestó:
S. — ¿Queréis que os
suelte al rey de los judíos?
C. Pues sabía que
los sumos sacerdotes se lo habían entregado por envidia. Pero los sumos
sacerdotes soliviantaron a la gente para que pidieran la libertad de Barrabás.
Pilato tomó de nuevo
la palabra y les preguntó:
S. — ¿Qué hago con
el que llamáis rey de los judíos?
C. Ellos gritaron de
nuevo:
S. —Crucifícalo.
C. Pilato les dijo:
S. —Pues ¿qué mal ha
hecho?
C. Ellos gritaron
más fuerte:
S. —Crucifícalo.
C. Y Pilato,
queriendo dar gusto a la gente, les soltó a Barrabás; y a Jesús, después de
azotarlo, lo entregó para que lo crucificaran. Los soldados se lo llevaron al
interior del palacio —al pretorio —y reunieron a toda la compañía. Lo vistieron
de púrpura, le pusieron una corona de espinas, que habían trenzado, y
comenzaron a hacerle el saludo:
S. — ¡Salve, rey de
los judíos!
C. Le golpearon la
cabeza con una caña, le escupieron; y, doblando las rodillas, se postraban ante
él.
Terminada la burla,
le quitaron la púrpura y le pusieron su ropa. Y lo sacaron para crucificarlo. Y
a uno que pasaba, de vuelta del campo, a Simón de Cirene, el padre de Alejandro
y de Rulo, lo forzaron a llevar la cruz. Y llevaron a Jesús al Gólgota (que
quiere decir lugar de «La Calavera»), y le ofrecieron vino con mirra; pero él
no lo aceptó. Lo crucificaron y se repartieron sus ropas, echándolas a suerte,
para ver lo que se llevaba cada uno. Era media mañana cuando lo crucificaron.
En el letrero de la acusación estaba escrito: EL REY DE LOS JUDÍOS.
Crucificaron con él a dos bandidos, uno a su derecha y otro a su izquierda. Así
se cumplió la Escritura que dice: «Lo consideraron como un malhechor.» Los que
pasaban lo injuriaban, meneando la cabeza y diciendo:
S. — ¡Anda!, tú que
destruías el templo y lo reconstruías en tres días, sálvate a ti mismo bajando
de la cruz.
C. Los sumos sacerdotes,
se burlaban también de él diciendo:
S. —A otros ha
salvado y a sí mismo no se puede salvar. Que el Mesías, el rey de Israel, baje
ahora de la cruz, para que lo veamos y creamos.
C. También los que
estaban crucificados con él lo insultaban. Al llegar el mediodía toda la región
quedó en tinieblas hasta la media tarde. Y a la media tarde, Jesús clamó con
voz potente:
U ‑Eloí
Eloí, lamá sabactani. (Que significa: Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has
abandonado?)
C. Algunos de los
presentes, al oírlo, decían:
S. —Mira, está
llamando a Elías.
C. Y uno echó a
correr y, empapando una esponja en vinagre, la sujetó a una caña, y le daba de
beber diciendo:
S. —Dejad, a ver si
viene Elías a bajarlo.
C. Y Jesús, dando un
fuerte grito, expiró. El velo del templo se rasgó en dos, de arriba abajo.
El centurión, que
estaba enfrente, al ver cómo había expirado, dijo:
S. —Realmente este
hombre era Hijo de Dios.
[C. Había también
unas mujeres que miraban desde lejos; entre ellas Maria Magdalena, Maria la
madre de Santiago el Menor y de José y Salomé, que cuando él estaba en Galilea,
lo seguían para atenderlo; y otras muchas que habían subido con él a Jerusalén.
Al anochecer, como era el día de la Preparación, víspera del sábado, vino José
de Arimatea, noble magistrado, que también aguardaba el Reino de Dios; se
presentó decidido ante Pilato y le pidió el cuerpo de Jesús. Pilato se extrañó
de que hubiera muerto ya; y, llamando al centurión, le preguntó si hacia mucho
tiempo que había muerto.
Informado por el
centurión, concedió el cadáver a José. Este compró una sábana y, bajando a
Jesús, lo envolvió en la sábana y lo puso en un sepulcro, excavado en una roca,
y rodó una piedra a la entrada del sepulcro. Maria Magdalena y Maria, la madre
de José, observaban dónde lo ponían.]
Palabra del Señor
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De J A. Pagola
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