Hijo
mío que estás en la tierra,
preocupado,
solo y tentado.
Yo conozco perfectamente tu nombre
y lo
pronuncio santificándolo,
porque
te amo.
No, no estás solo,
sino
habitado por Mí,
y
juntos construiremos este Reino,
del
que tú vas a ser heredero.
Me gusta que hagas mi voluntad,
porque
mi voluntad es que tú seas feliz,
ya que
mi gloria eres tú,
cuando
estás vivo
y por
eso quiero que llegues a vivir
para
siempre.
Cuenta siempre conmigo
y
tendrás el pan para hoy;
no te
preocupes,
sólo
te pido que sepas compartirlo
con
tus hermanos.
Sabes que perdono todas tus ofensas
antes
incluso de que las cometas,
por
eso te pido que hagas tú lo mismo
con
los que a ti te ofenden.
Para que nunca caigas en tentación,
cógete
fuerte de mi mano
y Yo
te libraré del mal,
de
todo mal.
¡Querido
hijo mío!
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