19/11/12

Género Apocalíptico (Domingo XXXIII- B), por Gonzalo Arnaiz Alvarez, scj


 
 
El Evangelio de Marcos 13, 24-32 utiliza el género apocalíptico para hablarnos del “final de la historia”.
San Marcos escribe esta página del evangelio para “animar y dar esperanza” a las comunidades cristianas de los años setenta, que probablemente habían salido hacía poco o estaban sufriendo el asedio y posterior destrucción de la ciudad de Jerusalén de manos del ejército de la potencia dominadora del momento que era Roma. Estaban viviendo una situación dramática por el desastre que se les venía encima y la incertidumbre que producía el hecho de que la ciudad santa y su tempo santo habían sido arrasados y de qué manera. Los habitantes pasados a cuchillo después de una supervivencia dolorosa con el asedio de la ciudad. Esta gente recibía el evangelio como “buena noticia”; y a nosotros nos parecen palabras de “mal agüero” y no nos suenan a buena noticia ni por asomo.
Algo debe pasar y es posible que nosotros recibamos estas palabras con otras categorías mentales de las que las recibían en aquel tiempo. Por eso es bueno tratar de acercarnos a las categorías mentales de aquella gente para entender bien lo que el evangelio nos dice.
Podemos decir que están escritas en un género literario que llamamos apocalíptico y por lo tanto hay que leer el texto desde esa clave. Voy a intentar hacer esa lectura sin agotar para nada el significado del evangelio ni el alcance del género apocalíptico.
Voy a hacer la lectura esquemáticamente y sin profundizar demasiado.
Preámbulo: Se habla de sol, luna y estrellas que se apagarán y caerán. No olvidemos una determinada mentalidad animista que colea siempre en la mente de la gente hasta nuestros días. A los astros se les atribuyen poderes sobre las personas y sus vidas. Pensemos que el horóscopo no es otra cosa que darles a los astros propiedades que no tienen.  Pues bién, decir que “pasarán” el sol, la luna y las estrellas, es afirmar que esos “seres” o “potestades” celestes son de inferior rango que Dios y le están sometidas como la creatura al creador. Estas “dominaciones” no tienen últimas palabras y por lo tanto el hombre no está sometido a ellas y su supuesto influjo no es nada decisivo para la historia de salvación. En definitiva se está proclamando la libertad del hombre y su superioridad sobre estas realidades creadas o sobre todas las realidades creadas. El hombre está “sometido” solo a Dios, su Señor.
Primero. En la cultura dominante de aquel tiempo (quizás hoy también esté en el sustrato de nuestra cultura) el “tiempo” era concebido como algo “circular”; es decir: “eterno retorno”. Todas las cosas pasan y vuelven a repetirse; el tiempo tiene ciclos como la naturaleza que discurre entre primavera e invierno, volviendo a ser lo mismo cada año.  El tiempo, si es circular es “irredemible” y por lo tanto el hombre es alguien que “pasa” y como mucho vuelve al principio para volver a repetir los ciclos vitales. No hay historia; no hay futuro; no hay esperanza. Como mucho se espera a “Godó”.



La cultura semita o hebrea tiene la genialidad de percibir el tiempo “linealmente”. El tiempo tiene un principio (alfa) y un final (omega). No hay retorno. Hay solo avance, aunque a veces sea un avance quebrado y no siempre hacia arriba o progresivo. El principio lo garantiza Dios que crea por amor. El final, lo garantiza el mismo Dios que espera la plena realización de la creatura (hombre); una realización que no es otra que entrar de pleno en la vida de Dios que es Amor compartido. Por lo tanto: El futuro es FUTURO ESPERANZA, garantizado por Dios mismo.
Segundo: La historia es historia de salvación. En ella hay dos protagonistas que la llevan adelante, hacia el punto omega, aunque sea en distinto plano, nunca homologable. Los protagonistas son Dios y el Hombre.
Tercero: Dios empuja la historia hacia un final feliz de plenitud. Y ese final está garantizado por la fidelidad de Dios. Dios es “Dios de vivos”. Dios es la única garantía de que esto no termine en catástrofe o en “la nada” o en el “eterno retorno”.
Cuarto: El hombre (nosotros) es responsable en la andadura de esta historia. El hombre puede poner trabas, puede des-crear o destejer. Si lo hace será un irresponsable. Se saldrá de los caminos de Dios. Si el hombre ejerce de responsable (es decir responde obediencialmente a Dios) entonces la historia avanzará hacia la plenitud del hombre y de la creación.
Quinto: El Nuevo Testamento, introduce una novedad: EL ÚLTIMO DÍA YA HA COMENZADO.
La historia de salvación no camina hacia un final “the end” y se acabó. La historia de salvación camina hacia una maduración, eclosión de todas las realidades en lo mejor de ellas mismas realizadas en Dios, en su Amor y en “digamos” un nuevo acto creador de Dios que será como hacer nuevas todas las cosas.
Esta maduración, esta eclosión de nueva vida o de nueva creación, ya está presente en nuestra historia desde el día de la resurrección del Señor Jesús. La resurrección de Jesús o Jesús resucitado inaugura el último día o el inicio de la culminación de la obra creada en una creatura. Jesucristo ha entrado en el cielo y con él todos nosotros, nuestra historia ya puede respirar aires de cielo. La novedad absoluta de la creación ya se ha dado y para siempre al  menos en el “hombre” Jesús. (De María podemos afirmar lo mismo pero realizado “en Cristo”). El fruto de la Pascua ha sido Pentecostés o la venida del Espíritu Santo derramado sobre toda carne. El Espíritu viene y “renueva todas las cosas”.  Todos nosotros por nuestro bautismo hemos sido injertados en la Pascua de Cristo por el Espíritu que se nos ha dado. Somos “hombres nuevos” y ya ciudadanos del cielo.
Ahora bien, todavía no hemos llegado a la maduración plena. Está aconteciendo en nosotros ese don de Dios y vamos creciendo y madurando. Esperamos con gozo que llegue el día, el último día, en plenitud.
No esperamos catástrofe o “la nada”, sino que esperamos un cielo nuevo y una tierra nueva.
Sexto: Hoy fraguamos esta maduración. Hemos de vivir cada día “respondiendo obediencialmente” a Dios para hacer todos los días su voluntad. De esta forma encaminaremos nuestra historia y toda la historia hacia la plenitud de la Salvación, que sin dejar de ser Don de Dios, es también tarea nuestra.
Séptimo: Es importante estar atentos al paso de Dios por nuestra vida. Estar atentos a los “kairós” de Dios que habla siempre. Dios está siempre de nuestra parte. Dios está siempre hablándonos desde los “marginados” de la historia; desde aquellos que sufren la opresión o el irrespeto de parte de sus hermanos. Dios está al lado de los pobres, de los enfermos, de los perseguidos por causa de la justicia… Nos toca hacer justicia y construir la paz “desde Dios”.
Octavo: El último enemigo que será vencido será la muerte. Y la muerte ya ha sido vencida en Cristo. Cada día hemos de saber con-morir con Cristo para resucitar con Él.
No olvidemos: Nadie nos puede separar el Amor de Dios manifestado en Cristo Jesús. Así es que vayamos hacia adelante en esta nuestra historia caminando esperanzados y seguros de que Dios lo será todo en todos.
Gonzalo Arnaiz Alvarez, scj

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