27/11/12

Sobre el libro de Ratzinger. J.M. Salaverri sm






GRACIAS, SANTO PADRE
por “redescubrirnos” a Jesús.
 

Muchas cosas estupendas ha hecho nuestro Papa Benedicto XVI en estos casi ocho años de pontificado. Con un estilo muy distinto de su predecesor, aunque con un mismo espíritu, ha hecho frente con firmeza a la terrible crisis de los sacerdotes pedófilos.  Ha continuado, con un éxito no previsto, el contacto con los jóvenes. Ha hecho visitas arriesgadas a lugares difíciles, saldadas con una aceptación total. Ha ejercido un humilde magisterio través de conferencias pronunciadas, de discursos sobre temas controvertidos y en lugares emblemáticos, con una claridad en la que resplandece su lema de “cooperador de la verdad”. No ha temido “los aullidos de los lobos”   que no han faltado; ya pidió oraciones a todos nosotros al iniciar su pontificado para no sucumbir a ellos.

 Una preocupación

Como buen observador de la realidad se daba cuenta de la erosión que iba sufriendo la figura de Jesús, Hijo de Dios, Dios y hombre verdadero. Ya en 2001, en el libro entrevista con Peter Seewald (“Dios y el mundo. Creer y vivir en nuestra época”)  expresaba su inquietud ante el uso del método histórico-crítico “necesario, pero insuficiente”:

“Ahora se escarba en las fuentes sin cesar. Se intenta desmenuzarlas todavía más. Al final quedarán reducidas a añicos, y de repente uno se preguntará cómo pudieron surgir siquiera tales acontecimientos de una figura tan mísera”. 

Por eso se comprende su deseo de escribir un libro sobre Jesús cuando se jubilara. No lo jubilaron, sino que le echaron encima la responsabilidad de todas las Iglesias. Es muy posible que, desde este puesto, se dio aún más cuenta de la necesidad de escribirlo. Ha consagrado a él toda la sabiduría acumulada en su vida… y todos los pocos momentos libres que le deja su ministerio. No ha querido firmarlo como Papa, sino como el teólogo Joseph Ratzinger. Pero su condición de Sumo Pontífice le ha debido crear al escribirlo un clima de mayor responsabilidad, y a nosotros un plus de credibilidad. La gran suerte de que sea hoy Papa hace que ese magisterio personal le ha ayudado a “confirmar en la fe a sus hermanos”.Sí, es el mayor regalo que nos ha hecho en su pontificado. 

¿El mayor regalo? Pero ¿por qué? 

Sencillamente nos ha devuelto un Jesús que nos estaba arrebatando el racionalismo, el relativismo y el contagio de las ideas de moda. A través de exégetas que pretendían buscar el ‘verdadero’ Jesús histórico, por debajo de un Jesús de la fe, que -según ellos- los primeros cristianos habrían inventado para ensalzar a Jesús. Esta tendencia, nacida en ámbito protestante iba contagiando a católicos. Por eso, en mi opinión, su trilogía “Jesús de Nazaret” es su mayor contribución a nuestra fe. Y no sólo a la de los católicos, sino a la de los cristianos en general. El Jesús de la Historia es el mismo que el Jesús de la fe 

La tercera entrega de este “Jesús de Nazaret”, que el Papa presenta “como antesala” a los dos volúmenes precedentes”, es sin embargo fundamental. Los relatos de la infancia eran considerados por algunos como meros mitos. Por lo tantos irrelevantes como historia. Ratzinger demuestra que lo que “Mateo y Lucas pretendían -cada uno a su propia manera-  no era tanto contar ‘historias’, como escribir historia, historia real, acontecida, historia ciertamente interpretada y comprendida sobre la base de la Palabra de Dios”. Con qué finura, sencillez y clarividencia va Joseph Ratzinger aclarando las cosas con su sabiduría histórica, exegética y teológica. Sin olvidar el sentido común.. Y llega a un punto clave: 

“El nacimiento virginal, ¿mito o realidad?”

Así Ratzinger-Benedicto XVI se lo plantea: Después de unas consideraciones bien fundamentadas, se pregunta si es cierto lo que afirmamos en el Credo: “Creo en Jesucristo, su único Hijo, nuestro Señor, que fue concebido por obra y gracia del Espíritu Santo, nació de santa María Virgen”.
“La respuesta -dice- es un ‘sí’ sin reservas”. Y sigue un párrafo que me parece de lo más importante del libro. Dice, coincidiendo con Karl Barth,  que
“hay dos puntos en la historia de Jesús en los que la acción de Dios interviene directamente en el mundo material: el parto de la Virgen y la resurrección del sepulcro (…) Estos dos puntos son un escándalo para el espíritu moderno. A Dios se le permite actuar en las ideas y los pensamientos, en la esfera espiritual, pero no en la materia. Esto nos estorba…”

En España tuvimos la ocasión de comprobarlo recientemente a través de un libro bienintencionado, pero escrito con esta obsesión. La respuesta, otra vez, es bien clara y rotunda:
“Si Dios no tiene poder también sobre la materia, entonces no es Dios. Pero sí que tiene ese poder, y con la Concepción y la Resurrección de Jesucristo ha inaugurado una nueva creación. Así como Creador, es también nuestro Redentor. Por eso la concepción y el nacimiento de Jesús de la Virgen María son un elemento fundamental de nuestra fe y un signo luminoso d esperanza.”

La mula y el buey.

            Muchos más aspectos se podrían subrayar. Pero me da tristeza la frivolidad con que algunos medios “serios” (¿?) han enfocado el trabajo del Papa. “El Papa dice que no había ni mula ni buey en el portal de Belén”: titular en primera página. ¿Qué se pretende? ¿Desprestigiar el estudio del Papa? ¿Ridiculizarlo?  ¿Enfrentar a los sencillos creyentes con Benedicto XVI? No sabe uno qué pensar. Desde luego pura frivolidad, pues ni siquiera han leído lo que en realidad dice el Papa..La página dedicada al tema empieza con una constatación obvia: “En el Evangelio no se habla en este caso de animales”. No dice ni siquiera que no pudiera haberlos. Y sigue
“Pero la meditación guiada por la fe (…) ha colmado muy pronto esta laguna remitiéndose a Isaías 1, 3: ‘El buey  conoce a su amo, y el asno el pesebre de su dueño; Israel no me conoce, mi pueblo no comprende’.”
 

Y sigue una página preciosa sobre el significado de la presencia de estos dos simpáticos animales en la iconografía cristiana. Por eso termina esta “pequeña divagación”, como la llama, animándonos a ponerlos en nuestros “belenes”: “ninguna representación del nacimiento renunciará al buey y al asno”. ¡Claro que no! Y el Papa tampoco.

                                                           José María Salaverri sm

 

  

 

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