31/3/12

1- Abril- 2012- Domingo de Ramos B



Hola a todos. Juntos con Jesucristo, como cada semana.
Fijarme en Él, y conocer todo de Él, desde su nacimiento
y reflexionar sobre su persona y su vida,
es camino, verdad y vida, para mí ...y para ti. 

Acompañarle y aprender de Él, y con Él,
es lo mejor que me puede pasar.
Porque la vida está en conocerle y hacer lo que El hace.

 Jesús, con su forma de actuar y de hablar
a lo largo de toda su vida, incluida su Pasión,
me enseña sobre lo principal y secundario,
sobre lo efímero y lo perdurable.

 
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Evangelio:

Pasión de Nuestro Señor Jesucristo según San Marcos 14, 1- 15, 47

Faltaban dos días para la Pascua y los Ázimos. Los sumos sacerdotes y los letrados pretendían prender a Jesús a traición y darle muerte. Pero decían:
S. —No durante las fiestas; podría amotinarse el pueblo.
C. Estando Jesús en Betania, en casa de Simón, el leproso, sentado a la mesa, llegó una mujer con un frasco de perfume muy caro, de nardo puro; quebró el frasco y se lo derramó en la cabeza. Algunos comentaban indignados:
S. — ¿A qué viene este derroche de perfume? Se podía haber vendido por más de trescientos denarios para dárselo a los pobres.
C. Y regañaban a la mujer. Pero Jesús replicó:
U —Dejadla, ¿por qué la molestáis? Lo que ha hecho conmigo está bien. Porque a los pobres los tenéis siempre con vosotros y podéis socorrerlos cuando queráis; pero a mí no me tenéis siempre. Ella ha hecho lo que podía: se ha adelantado a embalsamar mi cuerpo para la sepultura. Os aseguro que, en cualquier parte del mundo donde se proclame el Evangelio, se recordará también lo que ha hecho ésta.
C. Judas Iscariote, uno de los Doce, se presentó a los sumos sacerdotes para entregarles a Jesús. Al oírlo, se alegraron y le prometieron dinero. Él andaba buscando ocasión propicia para entregarlo.
El primer día de los ázimos, cuando se sacrificaba el cordero pascual, le dijeron a Jesús sus discípulos:
S. — ¿Dónde quieres que vayamos a prepararte la cena de Pascua?
C. —Él envió a dos discípulos diciéndoles:
U —Id a la ciudad, encontraréis un hombre que lleva un cántaro de agua; seguidlo, y en la casa en que entre, decidle al dueño: «El Maestro pregunta: ¿Dónde está la habitación en que voy a comer la Pascua con mis discípulos?»
Os enseñará una sala grande en el piso de arriba, arreglada con divanes. Preparadnos allí la cena.
C. Los discípulos se marcharon, llegaron a la ciudad, encontraron lo que les había dicho y prepararon la cena de Pascua. Al atardecer fue él con los Doce. Estando a la mesa comiendo dijo Jesús:
U —Os aseguro, que uno de vosotros me va a entregar: uno que está comiendo conmigo.
C. —Ellos, consternados, empezaron a preguntarle uno tras otro:
S. ¿Seré yo?

C. Respondió:
U—Uno de los Doce, el que está mojando en la misma fuente que yo. El Hijo del Hombre se va, como está escrito; pero, ¡ay del que va a entregar al Hijo del Hombre!; ¡más le valdría no haber nacido!
C. Mientras comían, Jesús tomó un pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo dio diciendo:
U —Tomad, esto es mi cuerpo.
C. Cogiendo una copa, pronunció la acción de gracias, se la dio y todos bebieron.
Y les dijo:
U —Esta es mi sangre, sangre de la alianza, derramada por todos. Os aseguro, que no volveré a beber del fruto de la vid hasta el día que beba el vino nuevo en el Reino de Dios.
C. Después de cantar el salmo, salieron para el Monte de los Olivos. Jesús les dijo:
U—Todos vais a caer, como está escrito: «Heriré al pastor y se dispersarán las ovejas.»
Pero cuando resucite, iré antes que vosotros a Galilea.
C. Pedro replicó:
S. Aunque todos caigan, yo no.
C. Jesús le contestó:
U—Te aseguro, que tú hoy, esta noche, antes que el gallo cante dos veces, me habrás negado tres.
C. Pero él insistía:
S. Aunque tenga que morir contigo, no te negaré.
C. Y los demás decían lo mismo.
C. Fueron a una finca, que llaman Getsemaní y dijo a sus discípulos:
U—Sentaos aquí mientras voy a orar.
C. Se llevó a Pedro, a Santiago y a Juan, empezó a sentir terror y angustia, y les dijo:
U—Me muero de tristeza: quedaos aquí velando.
C. Y, adelantándose un poco, se postró en tierra pidiendo que, si era posible, se alejase de él aquella hora; y dijo:
U‑ ¡Abba! (Padre): tú lo puedes todo, aparta de mí ese cáliz. Pero no lo que yo quiero, sino lo que tú quieres.
C. Volvió, y al encontrarlos dormidos, dijo a Pedro:
U‑Simón ¿duermes?, ¿no has podido velar ni una hora? Velad y orad, para no caer en la tentación; el espíritu es decidido, pero la carne es débil.
C. De nuevo se apartó y oraba repitiendo las mismas palabras. Volvió, y los encontró otra vez dormidos, porque tenían los ojos cargados. Y no sabían qué contestarle. Volvió y les dijo:
U‑Ya podéis dormir y descansar. ¡Basta! Ha llegado la hora; mirad que el Hijo del Hombre va a ser entregado en manos de los pecadores. ¡Levantaos, vamos! Ya está cerca el que me entrega.
C. Todavía estaba hablando, cuando se presentó Judas, uno de los doce, y con él gente con espadas y palos, mandada por los sumos sacerdotes, los letrados y los ancianos. El traidor les había dado una contraseña, diciéndoles:
S. ‑Al que yo bese, es él: prendedlo y conducidlo bien sujeto.
C. Y en cuanto llegó, se acercó y le dijo:
S. — ¡Maestro!
C. Y lo besó. Ellos le echaron mano y lo prendieron. Pero uno de los presentes, desenvainando la espada, de un golpe le cortó la oreja al criado del sumo sacerdote. Jesús tomó la palabra y les dijo
U — ¿Habéis salido a prenderme con espadas y palos, como a caza de un bandido? A diario os estaba enseñando en el templo, y no me detuvisteis. Pero, que se cumplan las Escrituras.
C. Y todos lo abandonaron y huyeron. Lo iba siguiendo un muchacho envuelto sólo en una sábana; y le echaron mano; pero él, soltando la sábana, se les escapó desnudo. Condujeron a Jesús a casa del sumo sacerdote, y se reunieron todos los sumos sacerdotes y los letrados y los ancianos. Pedro lo fue siguiendo de lejos, hasta el interior del patio del sumo sacerdote; y se sentó con los criados a la lumbre para calentarse. Los sumos sacerdotes y el sanedrín en pleno buscaban un testimonio contra Jesús, para condenarlo a muerte; y no lo encontraban. Pues, aunque muchos daban falso testimonio contra él, los testimonios no concordaban. Y algunos, poniéndose de pie, daban testimonio contra él diciendo:
S. —Nosotros le hemos oído decir: «Yo destruiré este templo, edificado por hombres, y en tres días construiré otro no edificado por hombres.»
C. Pero ni en esto concordaban los testimonios.
El sumo sacerdote se puso en pie en medio e interrogó a Jesús:
S. — ¿No tienes nada que responder? ¿Qué son estos cargos que levantan contra ti?
C. Pero él callaba, sin dar respuesta. El sumo sacerdote lo interrogó de nuevo preguntándole:
S. — ¿Eres tú el Mesías, el Hijo de Dios bendito?
C. Jesús contestó:
U —Sí lo soy. Y veréis que el Hijo del Hombre está sentado a la derecha del Todopoderoso y que viene entre las nubes del cielo.
C. El sumo sacerdote se rasgó las vestiduras diciendo:
S. — ¿Qué falta hacen más testigos? Habéis oído la blasfemia. ¿Qué decidís?
C. Y todos lo declararon reo de muerte. Algunos se pusieron a escupirle, y tapándole la cara, lo abofeteaban y le decían:
S. —Haz de profeta.
C. Y los criados le daban bofetadas. Mientras Pedro estaba abajo en el patio, llegó una criada del sumo sacerdote y, al ver a Pedro calentándose, lo miró fijamente y dijo:
S. —También tú andabas con Jesús el Nazareno.
C. Él lo negó diciendo:
S. —Ni sé ni entiendo lo que quieres decir.
C. Salió fuera al zaguán, y un gallo cantó. La criada, al verlo, volvió a decir a los presentes:
S. —Este es uno de ellos.
C. Y él lo volvió a negar. Al poco rato también los presentes dijeron a Pedro:
S. —Seguro que eres uno de ellos, pues eres galileo.
C. Pero él se puso a echar maldiciones y a jurar:
S. —No conozco a ese hombre que decís.
C. Y enseguida, por segunda vez, cantó el gallo. Pedro se acordó de las palabras que le había dicho Jesús: «Antes de que cante el gallo dos veces, me habrás negado tres», y rompió a llorar.
Apenas se hizo de día, los sumos sacerdotes con los ancianos, los letrados y el sanedrín en pleno, prepararon la sentencia; y, atando a Jesús, lo llevaron y lo entregaron a Pilato. Pilato le preguntó:
S. — ¿Eres tú el rey de los judíos?
C. El respondió:
U —Tú lo dices.
C. Y los sumos sacerdotes lo acusaban de muchas cosas. Pilato le preguntó de nuevo:
S. — ¿No contestas nada? Mira de cuántas cosas te acusan.
C. Jesús no contestó más; de modo que Pilato estaba muy extrañado. Por la fiesta solía soltarse un preso, el que le pidieran. Estaba en la cárcel un tal Barrabás, con los revoltosos que habían cometido un homicidio en la revuelta. La gente subió y empezó a pedir el indulto de costumbre.
Pilato les contestó:
S. — ¿Queréis que os suelte al rey de los judíos?
C. Pues sabía que los sumos sacerdotes se lo habían entregado por envidia. Pero los sumos sacerdotes soliviantaron a la gente para que pidieran la libertad de Barrabás.
Pilato tomó de nuevo la palabra y les preguntó:
S. — ¿Qué hago con el que llamáis rey de los judíos?
C. Ellos gritaron de nuevo:
S. —Crucifícalo.
C. Pilato les dijo:
S. —Pues ¿qué mal ha hecho?
C. Ellos gritaron más fuerte:
S. —Crucifícalo.
C. Y Pilato, queriendo dar gusto a la gente, les soltó a Barrabás; y a Jesús, después de azotarlo, lo entregó para que lo crucificaran. Los soldados se lo llevaron al interior del palacio —al pretorio —y reunieron a toda la compañía. Lo vistieron de púrpura, le pusieron una corona de espinas, que habían trenzado, y comenzaron a hacerle el saludo:
S. — ¡Salve, rey de los judíos!
C. Le golpearon la cabeza con una caña, le escupieron; y, doblando las rodillas, se postraban ante él.
Terminada la burla, le quitaron la púrpura y le pusieron su ropa. Y lo sacaron para crucificarlo. Y a uno que pasaba, de vuelta del campo, a Simón de Cirene, el padre de Alejandro y de Rulo, lo forzaron a llevar la cruz. Y llevaron a Jesús al Gólgota (que quiere decir lugar de «La Calavera»), y le ofrecieron vino con mirra; pero él no lo aceptó. Lo crucificaron y se repartieron sus ropas, echándolas a suerte, para ver lo que se llevaba cada uno. Era media mañana cuando lo crucificaron. En el letrero de la acusación estaba escrito: EL REY DE LOS JUDÍOS. Crucificaron con él a dos bandidos, uno a su derecha y otro a su izquierda. Así se cumplió la Escritura que dice: «Lo consideraron como un malhechor.» Los que pasaban lo injuriaban, meneando la cabeza y diciendo:
S. — ¡Anda!, tú que destruías el templo y lo reconstruías en tres días, sálvate a ti mismo bajando de la cruz.
C. Los sumos sacerdotes, se burlaban también de él diciendo:
S. —A otros ha salvado y a sí mismo no se puede salvar. Que el Mesías, el rey de Israel, baje ahora de la cruz, para que lo veamos y creamos.
C. También los que estaban crucificados con él lo insultaban. Al llegar el mediodía toda la región quedó en tinieblas hasta la media tarde. Y a la media tarde, Jesús clamó con voz potente:
U ‑Eloí Eloí, lamá sabactani. (Que significa: Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?)
C. Algunos de los presentes, al oírlo, decían:
S. —Mira, está llamando a Elías.
C. Y uno echó a correr y, empapando una esponja en vinagre, la sujetó a una caña, y le daba de beber diciendo:
S. —Dejad, a ver si viene Elías a bajarlo.
C. Y Jesús, dando un fuerte grito, expiró. El velo del templo se rasgó en dos, de arriba abajo.
El centurión, que estaba enfrente, al ver cómo había expirado, dijo:
S. —Realmente este hombre era Hijo de Dios.
[C. Había también unas mujeres que miraban desde lejos; entre ellas Maria Magdalena, Maria la madre de Santiago el Menor y de José y Salomé, que cuando él estaba en Galilea, lo seguían para atenderlo; y otras muchas que habían subido con él a Jerusalén. Al anochecer, como era el día de la Preparación, víspera del sábado, vino José de Arimatea, noble magistrado, que también aguardaba el Reino de Dios; se presentó decidido ante Pilato y le pidió el cuerpo de Jesús. Pilato se extrañó de que hubiera muerto ya; y, llamando al centurión, le preguntó si hacia mucho tiempo que había muerto.

Informado por el centurión, concedió el cadáver a José. Este compró una sábana y, bajando a Jesús, lo envolvió en la sábana y lo puso en un sepulcro, excavado en una roca, y rodó una piedra a la entrada del sepulcro. Maria Magdalena y Maria, la madre de José, observaban dónde lo ponían.]

Palabra del Señor

Otras reflexiones del evangelio:
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De S C J
De J A. Pagola

30/3/12

Valencia: Reunión del grupo local de laicos dehonianos.



 El martes, 27 de marzo, nos reunimos el grupo de laicos dehonianos, en los locales de Esic -Valencia. La asistencia fue casi total, con la ausencia de dos miembros por motivos laborales y de salud. Actualmente el grupo está formado por 19 personas.

- Oración inicial.
- J L Munilla  SCJ, nos habló del P Dehon y vimos unos vídeos sobre su vida.
- Presentación del blog de laicos dehonianos. Hicimos un breve recorrido a través de él, con el fin de que los que no tienen internet en el grupo o los que no lo conocen, vean lo que estamos haciendo. Sepan que cada vez hay más material sobre la espiritualidad dehoniana, así como otros escritos de interés. Y una invitación a participar y a aportar material fotográfico de otros encuentros para adjuntarlo a la Historia fotográfica de los laicos dehonianos.
- Oración final. 

Se anunció el próximo Encuentro Nacional, será el primer fin de semana de Junio en Salamanca, y se animó a la participación.






24/3/12

25- Marzo- 2012- 5º Domingo de Cuaresma B



 
Hola a todos. Juntos como cada semana, con Jesucristo.
Tarde o temprano, en la vida de cada ser humano,
llega la hora de algo importante,
la hora del nacimiento,
la hora de tomar una decisión importante,
la hora de hacer un cambio en la vida,
la hora del parto, en una mujer embarazada,
la hora de la muerte… 

También Jesús, como todos los seres humanos,
va a vivir en su persona,
esos momentos importantes.

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La Buena Noticia según san Juan 12,20-33

En aquel tiempo,
entre los que habían venido a celebrar la Fiesta,
había algunos griegos;
éstos, acercándose a Felipe,
el de Betsaida de Galilea, le rogaban:
- Señor, quisiéramos ver a Jesús.

Felipe fue a decírselo a Andrés;
y Andrés y Felipe fueron a decírselo a Jesús.

Jesús les contestó:
- Ha llegado la hora
de que sea glorificado
el Hijo del hombre.

Os aseguro,
que si el grano de trigo no cae en tierra y muere,
queda infecundo;
pero si muere, da mucho fruto.

El que se ama a sí mismo, se pierde
y el que se aborrece a sí mismo en este mundo,
se guardará para la vida eterna.

El que quiera servirme, que me siga
y donde esté yo, allí también estará mi servidor;
a quien me sirva, el Padre le premiará.
Ahora mi alma está agitada y, ¿qué diré?:
Padre, líbrame de esta hora.
Pero si por esto he venido, para esta hora,
Padre, glorifica tu nombre.

Entonces vino una voz del cielo:
- Lo he glorificado y volveré a glorificarlo.


La gente que estaba allí y lo oyó

decía que había sido un trueno
otros decían que le había hablado un ángel.  

Jesús tomó la palabra y dijo:
- Esta voz no ha venido por mí, sino por vosotros.
Ahora va a ser juzgado el mundo;
ahora el Príncipe de este mundo
va a ser echado fuera.
Y cuando yo sea elevado sobre la tierra,
atraeré a todos hacia mí.
Esto lo decía dando a entender

de qué muerte iba a morir.  

Palabra del Señor

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De S C J
De J A. Pagola

23/3/12

Hijo mío






Hijo mío que estás en la tierra,
preocupado, solo y tentado.

Yo conozco perfectamente tu nombre
y lo pronuncio santificándolo,
porque te amo.

No, no estás solo,
sino habitado por Mí,
y juntos construiremos este Reino,
del que tú vas a ser heredero.

Me gusta que hagas mi voluntad,
porque mi voluntad es que tú seas feliz,
ya que mi gloria eres tú,
cuando estás vivo
y por eso quiero que llegues a vivir
para siempre.

Cuenta siempre conmigo
y tendrás el pan para hoy;
no te preocupes,
sólo te pido que sepas compartirlo
con tus hermanos.

Sabes que perdono todas tus ofensas
antes incluso de que las cometas,
por eso te pido que hagas tú lo mismo
con los que a ti te ofenden.

Para que nunca caigas en tentación,
cógete fuerte de mi mano
y Yo te libraré del mal,
de todo mal.
¡Querido hijo mío!



 

22/3/12

EL RÍO, LA ARENA Y EL VIENTO






Un río, desde sus orígenes en lejanas montañas, después de pasar a través de toda clase y trazado de campiñas, al fin alcanzó las arenas del desierto. Del mismo modo que había sorteado todos los otros obstáculos, el río trató de atravesar este último, pero se dio cuenta de que sus aguas desaparecían en las arenas tan pronto llegaban a éstas.





Estaba convencido, no obstante, de que su destino era cruzar este desierto, y sin embargo, no había manera. Entonces una recóndita voz, que venía desde el desierto mismo, le susurró: “el Viento cruza el desierto, y así puede hacerlo el río”.


El río objetó que se estaba estrellando contra las arenas, y solamente conseguía ser absorbido, que el viento podía volar y ésa era la razón por la cual podía cruzar el desierto.

“Arrojándote con violencia como lo vienes haciendo, no lograrás cruzarlo. Desaparecerás, o te convertirás en un pantano. Debes permitir que el viento te lleve hacia tu destino”.
 
¿Pero cómo podría suceder esto? “Consintiendo en ser absorbido por el viento.”


Esta idea no era aceptable para el río. Después de todo, él nunca había sido absorbido antes. No quería perder su individualidad. “¿Y, una vez perdida ésta, cómo puede uno saber si podrá recuperarla alguna vez?”.


“El Viento”, dijeron las arenas, “cumple esta función. Eleva el agua, la transporta sobre el desierto y luego la deja caer. Cayendo como lluvia, el agua nuevamente se vuelve río”.

 

“¿Cómo puedo saber que esto es verdad?”.

“Así es, y si tú no lo crees, no te volverás más que un pantano, y aún eso tomaría muchos, pero muchos años; y un pantano, ciertamente no es la misma cosa que un río”.
 
“¿Pero no puedo seguir siendo el mismo río que ahora soy?”.

“Tú no puedes en ningún caso permanecer así”, continuó la voz.

 “Tu parte esencial es transportada y forma un río nuevamente. Eres llamado así, aún hoy, porque no sabes qué parte tuya es la esencial”.


Cuando oyó esto, ciertos ecos comenzaron a resonar en los pensamientos del río. Vagamente, recordó un estado en el cual él, o una parte de él, ¿cuál sería?, había sido transportado en los brazos del viento. También recordó -¿o le pareció?- que eso era lo que realmente debía hacer, aun cuando no fuera lo más obvio.


Y el río elevó sus vapores en los acogedores brazos del viento, que gentil y fácilmente lo llevó hacia arriba y a lo lejos, dejándolo caer suavemente tan pronto hubieron alcanzado la cima de una montaña, muchas pero muchas millas más lejos. Y porque había tenido sus dudas, el río pudo recordar y registrar más firmemente en su mente, los detalles de la experiencia. Reflexionó: “Sí, ahora conozco mi verdadera identidad”.


El río estaba aprendiendo, pero las arenas susurraron: “Nosotras conocemos, porque vemos suceder esto día tras día, y porque nosotras, las arenas, nos extendemos por todo el camino que va desde las orillas del río hasta la montaña”.

Y es por eso que se dice que el camino en el cual el Río de la Vida ha de continuar su travesía, está escrito en las Arenas.


Awad Afifi el Tunecino

21/3/12

El canasto de cartón






Se cuenta la historia de un anciano
que se mantuvo en una granja
en las montanas de Kentucky oriental
con su joven nieto.


Cada mañana, el abuelo se sentaba temprano
en la mesa de la cocina
para leer su vieja y estropeada Biblia.


Su nieto que quería ser tal como él,
intentó imitarlo de cualquier manera.
Un día el nieto le dijo:
“Abuelo, yo intento leer la Biblia,
me gusta pero yo no la entiendo,
y lo que logro entender se me olvida en cuanto cierro el libro.

¿Que hay de bueno en leer la Biblia?


El abuelo calladamente
dejo de echar carbón en la estufa y dijo:
“Baja el canasto de carbón
y ve al rio y tráeme un canasto de agua.”




El muchacho hizo tal y como su abuelo le dijo,

aunque toda el agua se salió
antes de que él pudiera volver a la casa.


El abuelo se rió y dijo,
“Tendrás que moverte un poco más rápido la próxima vez”,
y lo envió nuevamente al rio con el canasto
para intentar de nuevo.




Esta vez, el muchacho corrió más rápidamente,

pero de nuevo el canasto estaba vacío
antes de que llegara de vuelta a casa.
Ya sin respiración, le dijo a su abuelo
que era “imposible llevar agua en un canasto,”
y fue a conseguir un balde a cambio.


El anciano dijo: “yo no quiero un balde de agua”;

yo quiero un canasto de agua.
Tú puedes hacer esto,  simplemente no estás intentando  lo suficiente,
y salió a la puerta para mirar la prueba del muchacho de nuevo.


A estas alturas, el muchacho sabía que era imposible,

pero quería mostrar a su abuelo que
aún cuando corriese tan rápido como podía,
el agua se saldría antes que llegase a la casa.


El muchacho sacó el agua y corrió fuerte,

pero cuando llegó donde su abuelo

el canasto estaba de nuevo vacio.

Ya sin poder respirar, dijo;

“¡Mira abuelo, es inútil!”


“¿Por qué piensas que es inútil”? dijo el anciano,
 “Mira dentro del canasto”.


El muchacho miró el canasto
y por primera vez comprendió que
el canasto parecía diferente.

En lugar de un sucio canasto carbonero, estaba limpio.



“Hijo –dijo el abuelo -
esto es lo que pasa
cuando tú lees la Biblia.

Tal vez no puedes entender o recordar todo,
pero cuando la lees, te cambia el interior.
Esa es la obra de Dios en nuestras vidas.
Para cambiarnos desde adentro
y lentamente transformarnos en la imagen de Su Hijo."


Laicos Dehonianos-Video

Video clip donde el corazón