21/4/15

Valencia: reunión grupo local






Los días  31 de marzo y 14 de abril,  nos reunimos en los locales de Esic, el grupo local. El primer día la asistencia fue de 17 personas, y el segundo, de 12 personas, el resto no pudieron asistir por motivos de salud y trabajo.
El tema de los dos días:


El especial interés en conocerla surge a partir del pasado día 8 de septiembre, en el que el P. José Ornelas Carvalho, Superior General de los SCJ,  fue  recibido por el Papa Francisco en el Vaticano.
En este encuentro el Papa Francisco le dijo.

“Y yo te pido muy insistentemente que promuevas el estudio de la Exhortación Apostólica Evangelii Gaudium. Os encontraréis en el corazón del cambio necesario: ¡cambio de la mente y del corazón!”.
Quiero transmitiros esta recomendación, esperando que el soplo de aire fresco presente en la Exhortación pueda contribuir a renovar nuestra vida y misión con alegría, generosidad y esperanza”.

Y Fernando R. Garrapucho SCJ, delegado nacional de los laicos, nos lo recordó en su visita a Valencia.

Ambas reuniones discurrieron de esta manera:

-Oración inicial,
-Charla,  impartida por Jesús Valdezate, SCJ,

La exposición  de la charla  fue fácil de entender, muy amena, distendida y profunda. Y, como guinda del pastel, Jesús nos transmitió una ilusión contagiosa.  

-Puesta en común, muy enriquecedora.


De la Charla pongo algunas pinceladas:

 
Actitudes previas a su lectura:

- Aprender siempre: “re-aprender”.
- Actitud de ser creativos para avanzar.
- Actitud de festejar con los demás.
- Ser curiosos, apasionados desde el respeto y la humildad


Fragmentos del texto


1-“… cuando alguien da un pequeño paso hacia Jesús, descubre que Él ya esperaba su llegada con los brazos abiertos. […] Dios no se cansa nunca de perdonar, somos nosotros los que nos cansamos de acudir a su misericordia. Aquel que nos invitó a perdonar «setenta veces siete» […] Nos vuelve a cargar sobre sus hombros una y otra vez. Nadie podrá quitarnos la dignidad
que nos otorga este amor infinito e inquebrantable. Él nos permite levantar la cabeza y volver a empezar, con una ternura que nunca nos desilusiona y que siempre puede devolvernos la alegría.
No huyamos de la resurrección de Jesús, nunca nos declaremos muertos, pase lo que pase” (EG 3)


2-“«Hijo, en la medida de tus posibilidades trátate bien […] No te prives de pasar un buen día» (Eclo 14,11.14). ¡Cuánta ternura paterna se intuye detrás de estas palabras!” (EG 4)


3-El gran riesgo del mundo actual, con su múltiple y abrumadora oferta de consumo, es una tristeza individualista que brota del corazón cómodo y avaro, de la búsqueda enfermiza de placeres superficiales, de la conciencia aislada. Cuando la vida interior se clausura en los propios intereses, ya no hay espacio para los demás, ya no entran los pobres, ya no se escucha la voz de Dios, ya no se goza la dulce alegría de su amor, ya no palpita el
entusiasmo por hacer el bien.


4-Hay cristianos cuya opción parece ser la de una Cuaresma sin Pascua. Pero reconozco que la alegría no se vive del mismo modo en todas las etapas y circunstancias de la vida, a veces muy duras. Se adapta y se transforma, y siempre permanece al menos como un brote de luz que nace de la certeza personal de ser infinitamente amado, más allá de todo.


5-Llegamos a ser plenamente humanos cuando somos más que humanos, cuando le permitimos a Dios que nos lleve más allá de nosotros mismos para alcanzar nuestro ser más verdadero. Allí está el manantial de la acción evangelizadora. Porque, si alguien ha acogido ese amor que le devuelve el sentido de la vida, ¿cómo puede contener el deseo de comunicarlo a otros?


6-Tampoco creo que deba esperarse del magisterio papal una palabra definitiva o completa sobre todas las cuestiones que afectan a la Iglesia y al mundo. No es conveniente que el Papa reemplace a los episcopados locales en el discernimiento de todas las problemáticas que se plantean en sus territorios. En este sentido, percibo la necesidad de avanzar en una saludable «descentralización».


7-La comunidad evangelizadora se mete con obras y gestos en la vida
cotidiana de los demás, achica distancias, se abaja hasta la
humillación si es necesario, y asume la vida humana, tocando la
carne sufriente de Cristo en el pueblo. Los evangelizadores tienen
así «olor a oveja» y éstas escuchan su voz.


8-Sueño con una opción misionera capaz de transformarlo todo, para que las costumbres, los estilos, los horarios, el lenguaje y toda estructura eclesial se convierta en un cauce adecuado para la evangelización del mundo actual más que para la autopreservación.
La reforma de estructuras que exige la conversión pastoral sólo puede entenderse en este sentido:  procurar que todas ellas se vuelvan más misioneras, que la pastoral ordinaria en todas sus instancias sea más expansiva y abierta, que coloque a los agentes pastorales en constante actitud de salida y favorezca así la respuesta positiva de todos aquellos a quienes Jesús convoca a su amistad..


9-Dado que estoy llamado a vivir lo que pido a los demás, también
debo pensar en una conversión del papado. Me corresponde, como Obispo de Roma, estar abierto a las sugerencias que se orienten a un ejercicio de mi ministerio que lo vuelva más fiel al sentido que Jesucristo quiso darle y a las necesidades actuales de la evangelización.


10--A los sacerdotes les recuerdo que el confesionario no debe ser
una sala de torturas sino el lugar de la misericordia del Señor
que nos estimula a hacer el bien posible.


11-Primerear, involucrarse, acompañar, fructificar y festejar

“La Iglesia en salida es la comunidad de discípulos misioneros que primerean, que se involucran, que acompañan, que fructifican y festejan […] La comunidad evangelizadora se mete con obras y gestos en la vida cotidiana de los demás, achica distancias, se abaja hasta la humillación si es necesario, y asume la vida humana, tocando la carne sufriente de Cristo en el pueblo.
Los evangelizadores tienen así «olor a oveja» y éstas escuchan su voz” (EG 24)


12-Prefiero una Iglesia accidentada, herida y manchada por salir a la
calle, antes que una Iglesia enferma por el encierro y la comodidad de aferrarse a las propias seguridades. No quiero una Iglesia preocupada por ser el centro y que termine clausurada en una maraña de obsesiones y procedimientos.


13-Una madre de corazón abierto
“La Iglesia «en salida» es una Iglesia con las puertas abiertas. Salir hacia los demás para llegar a las periferias humanas no implica correr hacia el mundo sin rumbo y sin sentido. Muchas veces es más bien detener el paso, dejar de lado la ansiedad para mirar a los ojos y escuchar, o renunciar a las urgencias para acompañar al que se quedó al costado del camino. A veces es como el padre del hijo pródigo, que se queda con las puertas abiertas para que, cuando regrese, pueda entrar sin dificultad.” (EG 46)


14- “La Iglesia está llamada a ser siempre la casa abierta del Padre.
Uno de los signos concretos de esa apertura es tener templos con las puertas abiertas en todas partes. Todos pueden participar de alguna manera en la vida eclesial, todos pueden integrar la comunidad, y tampoco las puertas de los sacramentos deberían cerrarse por una razón cualquiera. Esto vale sobre todo cuando se trata de ese sacramento que es «la puerta», el Bautismo. La Eucaristía, si bien constituye la plenitud de la vida
sacramental, no es un premio para los perfectos sino un generoso remedio y un alimento para los débiles”. (EG 47)


15-Así como el mandamiento de «no matar» pone un límite claro para asegurar el valor de la vida humana, hoy tenemos que decir «no a una economía de la exclusión y la inequidad». Esa economía mata. No puede ser que no sea noticia que muere de frío un anciano en situación de calle y que sí lo sea una caída de dos puntos en la bolsa. Eso es exclusión. No se puede tolerar más que se tire comida cuando hay gente que pasa hambre. Eso es inequidad. Hoy todo entra dentro del juego de la competitividad y de la ley del más fuerte, donde el poderoso se come al más débil.


16-La cultura mediática y algunos ambientes intelectuales a veces
transmiten una marcada desconfianza hacia el mensaje de la Iglesia, y un cierto desencanto. Como consecuencia, aunque recen, muchos agentes pastorales desarrollan una especie de complejo de inferioridad que les lleva a relativizar u ocultar su identidad cristiana y sus convicciones. Se produce entonces un círculo vicioso, porque así no son felices con lo que son y con lo que hacen, no se sienten identificados con su misión evangelizadora, y esto debilita la entrega.
Terminan ahogando su alegría misionera en una especie de obsesión
por ser como todos y por tener lo que poseen los demás.


17- ”A veces sentimos la tentación de ser cristianos manteniendo una prudente distancia de las llagas del Señor.
 Pero Jesús quiere que toquemos la miseria humana, que toquemos la carne sufriente de los demás. Espera que renunciemos a buscar esos cobertizos personales o comunitarios que nos permiten mantenernos a distancia del nudo de la tormenta humana, para que aceptemos de verdad entrar en contacto con la existencia concreta de los otros y conozcamos la fuerza de la ternura.
Cuando lo hacemos, la vida siempre se nos complica maravillosamente y vivimos la intensa experiencia de ser pueblo, la experiencia de pertenecer a un pueblo”. (EG 270)


18-La Iglesia reconoce el indispensable aporte de la mujer en la sociedad, con una sensibilidad, una intuición y unas capacidades peculiares que suelen
ser más propias de las mujeres que de los varones.
Por ejemplo, la especial atención femenina hacia los otros, que se expresa de un modo particular, aunque no exclusivo, en la maternidad.
Reconozco con gusto cómo muchas mujeres comparten responsabilidades pastorales junto con los sacerdotes, contribuyen al acompañamiento de
personas, de familias o de grupos y brindan nuevos aportes a la reflexión teológica. Pero todavía es necesario ampliar los espacios para una
presencia femenina más incisiva en la Iglesia.


19- Queda claro que Jesucristo no nos quiere príncipes que miran
despectivamente, sino hombres y mujeres de pueblo.
Ésta no es la opinión de un Papa ni una opción pastoral entre otras posibles; son indicaciones de la Palabra de Dios tan claras, directas y contundentes que no necesitan interpretaciones.



 


 




14/4/15

Grupo Madrid: Pasando juntos el Sábado Santo





Alguno de los miembros del grupo de Madrid, hemos participado en las celebraciones propias del Triduo Pascual con la Comunidad de Religiosos, en la capilla del colegio abierta para estos actos, realizando posteriormente algún paseo aprovechando el buen tiempo y así poder visitar los Monumentos de las Iglesias cercanas e incluso, viendo alguna procesión que nos encontrábamos  en el camino.

Como demuestran las fotos, también tuvimos ocasión de comer juntos el sábado, compartiendo la tarde en amena charla, antes de acudir a la Vigilia Pascual, momento culminante del Triduo y el más importante de todo el año litúrgico. 
Con esta alegre y gozosa proclamación de la Resurrección, vemos resplandecer la gloria del Señor que nos sirve para anunciar la eficacia de su Muerte, con su imagen Triunfante al dejar el sepulcro vacío.

Os deseamos que estos 50 días desde el pasado domingo hasta Pentecostés, sean celebrados con alegría por todos nosotros ¡ALELUYA!.







3/4/15

La cruz dehoniana: su historia. Por Heiner Wilmer, scj






  
 



LA CRUZ DEHONIANA 


La historia

La historia de la ‘cruz dehoniana’, que consiste en una cruz casi equilátero con un corazón abierto en medio, se remonta a los años 70.
En 1978 la provincia alemana con ocasión del Centenario de la Congregación celebraba su primera Fiesta de la Juventud.
Tal encuentro se hacía en nuestro colegio, el Leoninum en Handrup al norte de Alemania, no lejos de la ciudad de Osnabrück. Fueron invitados a esta fiesta también los alumnos de nuestro colegio de Stegen en el sur de Alemania.

El año siguiente se programaba una “Fiesta de la Juventud” en el colegio St. Sebastian en Stegen con ocasión de los 50 años de la escuela, organizada esta vez de los alumnos del norte de Alemania. En preparación al encuentro de 1979, se convocó un concurso para encontrar un logo.
Los alumnos del colegio St. Sebastian estaban llamados a proponer un logo interpretando la frase: “Se ve bien solo con el corazón”. Esta citación fue tonada del libro “El principito” de Antoine de Saint-Exupéry.
Los jueces del concurso eran los profesores de arte del colegio de Stegen, Alfred Erhard y Benedikt Schaufelberger.

El vencedor fue el alumno Martin Hättich de Sankt Märgen en la Selva Negra. Su logo “Cruz con corazón”, ulteriormente desarrollado por el profesor Alfred Erhard, no solo se convirtió en el logo de la Fiesta de la Juventud, sino que en los años sucesivos fue asumido por muchas provincias de los Sacerdotes del Sagrado Corazón, hasta el nivel general de la Congregación.

La interpretación

Solo a primera vista, esta cruz con el corazón abierto en medio, parece simétrica. En una segunda mirada emerge la irregularidad de los cuatro brazos de la cruz. También la apertura en forma de corazón asimétrica. El efecto sobre quien observa no es estático, sino dinámico: como si el corazón latiese en medio a la cruz.

Naturalmente la mirada sobre la cruz se orienta hacia el centro, el corazón. Así se expresan dos prioridades de la vida cristiana:
– la primera se refiere al contexto de elaboración de la cruz. El alumno que diseñó este logo, debía ilustrar la frase de Saint-Exupéry: “Se ve bien solo con el corazón”.
En un mundo materialista y fuertemente racionalista, en el que el conocimiento a través de las “ciencias exactas” determina el pensamiento y la acción de muchos hombres, el logo es una llamada en favor de la antigua idea bíblica que ve en el corazón la sede del conocimiento –es por lo tanto una llamada a no descuidar los caminos del corazón, con el fin de conseguir una comprensión integral del conocimiento:
Seguí el consejo de tu corazón, porque nadie te será más fiel que él. La conciencia de un hombre tal vez puede advertir mejor que siete centinelas colocadas en lo alto para espiar” (Sirácida 37,17s).

– la segunda prioridad sugerida por el logo, va directamente al corazón de la espiritualidad de los Sacerdotes del Sagrado Corazón de Jesús: “Nadie tiene amor más grande que éste: dar la vida por los propios amigos” (Juan 15,13).

Miramos la cruz y vemos el corazón. Vemos el sufrimiento de Cristo y reconocemos su amor.

El logo es realista; sí, el sufrimiento, el dolor, la cruz son realidad en nuestra vida y en la vida de Jesús. Sin embargo, proclamamos una fe que no se fija simplemente en el dolor, el sufrimiento y la cruz.
En medio del sufrimiento no quedo sumergido en la oscuridad del abismo, sino que descubro el amor cada vez más grande de Dios y de su Hijo, “que me amó y se entregó a sí mismo por mí” (Gal 2,20).
Por lo tanto, para nuestra fe, y más en particular para la espiritualidad de nuestra Congregación, la cruz y el amor van juntos, ¡pero no a la altura de los ojos!

Esta relación es expresada por nuestro fundador el P. Dehon en estos términos:
“Jesucristo es realmente, en sus misterios y en su pasión, el Libro escrito interna y externamente. ¿Y cuáles son los caracteres que vemos trazados en este Libro? Únicamente estos: Amor. Los flagelos, las espinas, los claves, los han escrito con caracteres de sangre sobre su carne divina; pero no nos contentemos con leer y admirar desde fuera esta escritura divina; penetremos hasta el corazón, y veremos una maravilla aún más grande: es el amor inagotable e incansable que considera nada todo lo que sufre y que se entrega sin cansarse” (Oeuvres Spirituelles II, 305).

En este logo, el corazón en el centro de la cruz no está simplemente dibujado, sino que es construido por un “espacio libre”. A nosotros se nos dirige la invitación a llenar, con nuestra vida, este espacio vacío.
Nosotros Sacerdotes del Sagrado Corazón de Jesús, estamos llamados a estar atentos a la experiencia de un Padre amoroso, que Jesús llama ‘Abba’; atentos a cada experiencia de amor que sostiene el sufrimiento.

Debemos estar al lado de los hombres, en particular en las situaciones de sufrimiento, violencia e injusticia, porque también en su vida y en la sociedad, puedan encontrar espacio las cualidades del corazón, tan queridas al Padre Dehon: la caridad, la misericordia y la justicia.


Heiner Wilmer, scj.

Traducido por  Juan José Arnáiz, scj.

2/4/15

Los amó hasta el extremo: Jueves Santo.





La Buena Noticia  según san Juan 13,1-15 

Antes de la fiesta de la Pascua, 
sabiendo Jesús que había llegado la hora de pasar de este mundo al Padre, 
habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, 
los amó hasta el extremo. 


Estaban cenando, 

ya el diablo le había metido en la cabeza a Judas Iscariote, el de Simón, que lo entregara,
y Jesús, sabiendo que el Padre había puesto todo en sus manos, 
que venía de Dios y a Dios volvía, 
se levanta de la cena, se quita el manto y, tomando una toalla, se la ciñe; 
luego echa agua en la jofaina y se pone a lavarles los pies a los discípulos, 
secándoselos con la toalla que se había ceñido. 

Llegó a Simón Pedro, y éste le dijo: 
- Señor, ¿lavarme los pies tú a mí? 
Jesús le replicó: 
- Lo que yo hago tú no lo entiendes ahora, pero lo comprenderás más tarde. 
Pedro le dijo: 
- No me lavarás los pies jamás. 
Jesús le contestó: 
- Si no te lavo, no tienes nada que ver conmigo. 
Simón Pedro le dijo: 
- Señor, no sólo los pies, sino también las manos y la cabeza. 
Jesús le dijo: 
- Uno que se ha bañado no necesita lavarse más que los pies, porque todo él está limpio.
 También vosotros estáis limpios, aunque no todos. 
Porque sabía quién lo iba a entregar, por eso dijo: «No todos estáis limpios». 


Cuando acabó de lavarles los pies, tomó el manto, se lo puso otra vez y les dijo: 
- ¿Comprendéis lo que he hecho con vosotros?
 Vosotros me llamáis «el Maestro» y «el Señor», y decís bien, porque lo soy. 
Pues si yo, el Maestro y el Señor, os he lavado los pies, 
también vosotros debéis lavaros los pies unos a otros; 
os he dado ejemplo para que lo que yo he hecho con vosotros, 
vosotros también lo hagáis.



1/4/15

Papa Francisco: Catequesis sobre el Triduo Pascual





Audiencia general de Miércoles Santo.


Papa Francisco / Foto: Daniel Ibáñez (ACI Prensa)


Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

Mañana es Jueves Santo. En la tarde, con la Santa Misa “en la Cena del Señor” iniciará el Triduo Pascual de la pasión, muerte y resurrección de Cristo, que es el culmen de todo el año litúrgico y también el culmen de nuestra vida cristiana.
El Triduo se abre con la conmemoración de la Última Cena. Jesús, en la vigilia de su pasión, ofreció al Padre su Cuerpo y su Sangre bajo las formas del pan y del vino y, donándolos como alimento a los apóstoles, les ordenó que perpetuaran la ofrenda en su memoria.

El Evangelio de esta celebración, recordando el lavatorio de los pies, expresa el mismo significado de la Eucaristía bajo otra perspectiva. Jesús – como un siervo – lava los pies de Simón Pedro y de los otros once discípulos (cfr. Jn 13,4-5).
Con este gesto profético, Él expresa el sentido de su vida y de su pasión como servicio a Dios y a los hermanos: “Porque el mismo Hijo del hombre no vino para ser servido, sino para servir” (Mc 10,45)
.
Esto sucedió también en nuestro Bautismo, cuando la gracia de Dios nos ha lavado del pecado y nos hemos revestido de Cristo (cfr. Col 3,10). Esto sucede cada vez que realizamos el memorial del Señor en la Eucaristía: hacemos comunión con Cristo Siervo para obedecer a su mandamiento, el de amarnos como Él nos ha amado (cfr. Jn 13,34; 15,12).

Si nos acercamos a la Santa Comunión sin estar sinceramente dispuestos a lavarnos los pies los unos a los otros, no reconocemos el Cuerpo del Señor. Es el servicio de Jesús donándose a sí mismo, totalmente.

Después, pasado mañana, en la liturgia del Viernes Santo, meditamos el misterio de la muerte de Cristo y adoramos la Cruz.
En los últimos instantes de vida, antes de entregar el espíritu al Padre, Jesús dijo: “Todo se ha cumplido” (Jn 19,30). ¿Qué significa esta palabra, que Jesús diga: “Todo se ha cumplido”? Significa que la obra de la salvación está cumplida, que todas las Escrituras encuentran su pleno cumplimiento en el amor de Cristo, Cordero inmolado. Jesús, con su Sacrificio, ha transformado la más grande iniquidad en el más grande amor.

A lo largo de los siglos, encontramos hombres y mujeres que con el testimonio de su existencia reflejan un rayo de este amor perfecto, pleno, incontaminado.
Me gusta recordar un heroico testigo de nuestros días, Don Andrea Santoro, sacerdote de la diócesis de Roma y misionero en Turquía. Unos días antes de ser asesinado en Trebisonda, escribía: “Estoy aquí para habitar en medio de esta gente y permitir hacerlo a Jesús, prestándole mi carne… Nos hacemos capaces de salvación sólo ofreciendo la propia carne. El mal del mundo hay que llevarlo y el dolor hay que compartirlo, absorbiéndolo en la propia carne hasta el final, como lo hizo Jesús”. (A. Polselli, Don Andrea Santoro, las herencias, Città Nuova, Roma 2008, p. 31).

Que este ejemplo de un hombre de nuestros tiempos, y tantos otros, nos sostengan en el ofrecer nuestra vida como don de amor a los hermanos, a imitación de Jesús.

Y también hoy hay tantos hombres y mujeres, verdaderos mártires que ofrecen su vida con Jesús para confesar la fe, solamente por aquel motivo. Es un servicio, servicio del testimonio cristiano hasta la sangre, servicio que nos ha hecho Cristo: nos ha redimido hasta el final. ¡Y es éste el significado de aquella frase “Todo se ha cumplido”!

Qué bello será que todos nosotros, al final de nuestra vida, con nuestros errores, nuestros pecados, también con nuestras buenas obras, con nuestro amor al prójimo, podamos decir al Padre como Jesús: ¡“Todo se ha cumplido”!
Pero no con la perfección con la que lo dijo Jesús, sino decir: “Señor, he hecho todo lo que podía hacer”.

¡“Todo se ha cumplido”! Adorando la Cruz, mirando a Jesús, pensemos en el amor, en el servicio, en nuestra vida, en los mártires cristianos. Y también nos hará bien pensar en el fin de nuestra vida. Ninguno de nosotros sabe cuándo sucederá esto, pero podemos pedir la gracia de poder decir: “Padre, he hecho todo lo que podía hacer”. ¡“Todo se ha cumplido”!

El Sábado Santo es el día en el cual la Iglesia contempla el “reposo” de Cristo en la tumba después del victorioso combate en la Cruz. En el Sábado Santo, la Iglesia, una vez más, se identifica con María: toda su fe está recogida en ella, la primera y perfecta discípula, la primera y perfecta creyente.
En la oscuridad que envuelve la creación, Ella se queda sola para tener encendida la llama de la fe, esperando contra toda esperanza (cfr. Rm 4,18) en la Resurrección de Jesús.

Y en la grande Vigilia Pascual, en la cual resuena nuevamente el Aleluya, celebramos a Cristo Resucitado, centro y fin del cosmos y de la historia; vigilamos plenos de esperanza en espera de su regreso, cuando la Pascua tendrá su plena manifestación.

A veces, la oscuridad de la noche parece que penetra en el alma; a veces pensamos: “Ya no hay nada más que hacer”, y el corazón no encuentra más la fuerza de amar… Pero precisamente en aquella oscuridad Cristo enciende el fuego del amor de Dios: un resplandor rompe la oscuridad y anuncia un nuevo inicio, algo comienza en la oscuridad más profunda.

Nosotros sabemos que la noche es más noche y tiene más oscuridad antes que comience la jornada. Pero, justamente, en aquella oscuridad está Cristo que vence y que enciende el fuego del amor. La piedra del dolor ha sido volcada dejando espacio a la esperanza. ¡He aquí el gran misterio de la Pascua!

En esta santa noche la Iglesia nos entrega la luz del Resucitado, para que en nosotros no exista el lamento de quien dice “ya…”, sino la esperanza de quien se abre a un presente lleno de futuro: Cristo ha vencido la muerte y nosotros con Él.

Nuestra vida no termina delante de la piedra de un Sepulcro, nuestra vida va más allá, con la esperanza al Cristo que ha resucitado, precisamente, de aquel Sepulcro. Como cristianos estamos llamados a ser centinelas de la mañana que sepan advertir los signos del Resucitado, como han hecho las mujeres y los discípulos que fueron al sepulcro en el alba del primer día de la semana.

Queridos hermanos y hermanas, en estos días del Triduo Santo no nos limitemos a conmemorar la pasión del Señor sino que entremos en el misterio, hagamos nuestros sus sentimientos, sus actitudes, como nos invita a hacer el apóstol Pablo: “Tengan en ustedes los mismos sentimientos de Cristo Jesús” (Fil 2,5). Entonces la nuestra será una “buena Pascua”.


Laicos Dehonianos-Video

Video clip donde el corazón