20/10/11

Desde Ecuador nos escribe Gracia, voluntaria dehoniana.

"Así os envío yo"  (Jn 20,21)


Encontrarse de nuevo en casa

"Se puede abandonar la propia tierra, partir e irse muy lejos, y sorprendentemente, encontrarse de nuevo en casa"

Es curioso cómo se almacenan los recuerdos de forma tan diferente. Repaso las fotos de este mes y veo rostros y paisajes bien distintos de los que acostumbro a ver, experiencias nuevas que contrastan con lo anteriormente vivido. Sin embargo, si repaso en mi corazón, siento que no es todo tan nuevo, poco de lo que he encontrado me es ajeno.
Si la realidad es en ocasiones dura, objetivamente hablando, hay algo que le resta dramatismo. Creo que en parte, son las personas que voy conociendo, las que hacen menos gris una argelia de puro ladrillo:

Personas que viven a un ritmo más relajado que el mío, con un grado menor de exigencia con ellos mismos y con la vida.
Personas
con menos distracciones absurdas.
Personas que tienen tiempo para conocer a sus vecinos, para establecer y cuidar las relaciones humanas.
Personas humildes, más que humildes, que no dejan de agradecer como un regalo lo que considero justo.
Personas solidarias en la precariedad, que comprometen lo que no se agota a final de mes: su vida y su tiempo.
Personas con mayor capacidad de encontrar la felicidad en lo sencillo, en lo cotidiano, en medio del dolor o la dificultad.
Personas que hablan con sabiduría de lo humano y lo divino, sin tener grandes conocimientos o experiencias.
 
También encuentro miserias que trato aceptar y entender (no sé en qué orden). Me cuestiona en especial la falta de autoestima y de sueños que les lleva a conformarse con un trato o condiciones de vida indignas. Y aunque a veces duela, extrañamente, no me subleva.

Estoy aprendiendo que en el camino de mi vida llevo un exceso de carga no sólo material, sino también exceso de preocupaciones, de autoexigencia, de insatisfacción, de orgullo y de autosuficiencia. Empiezo a entender que la vida es mucho más de Dios de lo que mi comodidad o mi miedo me dejan creer, y veo que realmente mucha gente vive con esta absoluta certeza.
Pensaba antes de venir, que no debía crearme expectativas, que una actitud abierta sería lo más sano y enriquecedor. No obstante, en el fondo de mí esperaba encontrar gente así. Con todo, son personas que me reconcilian con el mundo.
Quizás también esperaba encontrar a Dios en ellas como algo nuevo... o más presente... o con más fuerza. No ha sido así. Creo que sigue estando de la misma forma en los mismos lugares: conmovido al lado del que sufre, abatido tras el que se pierde y feliz entre dos o más que se descubren hermanos. Y esto pasa aquí y en todas partes.

Puede que la diferencia sea cómo lo encuentro en mí. Me siento en paz, como hacía tiempo no me sentía. Me hace feliz ofrecerle mi primera hora del día, aunque sea la menos lúcida en mi caso; ponerme en su presencia, presentarle mis planes, empezar a funcionar con su bendición. Me llena poder compartir la Palabra, aunque prefiera escuchar y no termine de decidirme a hablar. Y también siento necesidad de tener algunos ratos más para Él, para procesar, para poner nombre a cuanto estoy viviendo.
Creo que es el sentirme más en manos de Dios lo que me ayuda a aceptar las cosas como son, los acontecimientos como vienen, y permite que entre los escombros sea capaz de ver asomar brotes de vida.
Gracia M° Granados Escribano





 ¡Muchas gracias, Gracia!
Te echamos de menos en Valencia, en la parroquia cantando, en el grupo del IDR del que formas parte junto a nosotros….
Sigue con tu sonrisa y buen humor
Un abrazo

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