5/7/20

Entrevista a Juan José Arnaiz, nuevo Superior Provinvial SCJ




Fuente:https://dehonianos.com/blog/entrevista-juan-jose-arnaiz/





Hemos entrevistado al P. Juan José Arnaiz para que nos cuente sus impresiones horas antes de su toma de posesión.
-Comienza su cargo cuando se está celebrando el centenario de la llegada de los Dehonianos a España. ¿Cómo afronta los próximos años como Superior Provincial? ¿Esperaba este nombramiento?
Esperar en el sentido de desear, ¡para nada! ¿Que en los últimos meses algunos hermanos dejaban caer comentarios e insinuaciones que me ponían en alerta?…, pues negarlo sería mentir. Y luego llegó la llamada del P. Carlos Luis, nuestro Superior general, a su despacho y la pregunta por la aceptación de este ministerio.
Desde ese día afronto esta tarea muy consciente de mis debilidades e insuficiencias. Muy consciente de que este cargo está diseñado para gobernar, es decir, para servir a las personas que nos hemos consagrado al Señor en esta Congregación. Para, a veces puesto delante, otras al lado, otra detrás, caminar en el servicio de la Iglesia y de la sociedad en este momento histórico que nos toca vivir. En éste y no en otro. También soy muy consciente de lo difícil que es combinar misericordia y justicia, lo difícil que es distinguir entre bien y mal, entre teoría y práctica, entre verdad y mentira… servir y no servirse… Por eso, el espacio que veo abierto por delante es el de la búsqueda y continua petición al Señor para que tenga compasión de mí y me ayude a servir y querer en la verdad y en la alegría a mis hermanos religiosos y a todos los que se nos confían en el día a día.
-Supongo que en este momento le vendrán a la memoria muchos momentos de sus inicios de vida religiosa, como su etapa en Alba de Tormes y Salamanca. ¿Hay algún momento o alguna persona que recuerde con más cariño?
¡Claro que sí! Puede que mi carácter introvertido haga difícil exteriorizar mi afecto y estima por todas esas personas; pero creo que ellas saben perfectamente el lugar que ocupan en mi corazón. Yo mismo me sorprendo que, aficionado y dedicado muchas veces a mirar hacia nuestro pasado común, no soy de los que miran mucho a su propio pasado personal. Creo que eso me ha ayudado a no caer en ese tipo de nostalgia que nos paraliza, que nos aleja de vivir el presente y construir el futuro porque ¡lo de antes sí que era bueno! Creo que lo nuestro es vivir con toda la intensidad este presente nuestro que cuenta con la sabiduría del pasado y que ansía un futuro mejor. En esto los rostros de religiosos, compañeros y compañeras de trabajo en los centros y comunidades en que he estado, el de amigos, amigas y familiares son fundamentales. Sin ellos ni sería lo que soy, ni sabría amar ni entender el amor de Dios, ni conocer mis muchas limitaciones.
-Lleva desde 2014 en Roma donde hasta ahora era el vicedirector del Centro de Estudios Dehonianos y Director de la Biblioteca de la Curia general. ¿Qué ha supuesto para usted esta etapa fuera de España?
En aquel momento cumplía 40 años y al principio fue duro porque la llamada a Roma coincidía con un momento en el que sentía mucha fuerza y un poco de experiencia para afrontar nuevos desafíos en las tareas que en la Provincia tenía asignadas. Supuso un parón y una ruptura. Dejar la propia ‘cultura provincial’ siempre tiene su parte de dureza, pero… al final, el Señor continúa enriqueciéndonos y demostrándonos cómo en la docilidad que precisa nuestra obediencia (nuestra escucha atenta) se encuentran tesoros muy valiosos.
En mi etapa romana, son tesoros de ciencia, de experiencia, de convivencia, de desolación y consolación, de oración personal y de sentir la pluralidad de la Iglesia y de la Congregación, la identificación de los matices que generan las grandes peculiaridades de cada uno… tantas cosas y sobre todo personas que me traigo muy adentro.
-A los Dehonianos les caracteriza la Misión Compartida, ya el P. Dehon tuvo muy presente a los laicos desde los orígenes de la Congregación. ¿Qué papel tienen hoy en día los laicos en la Familia Dehoniana?
Tan importante como complejo es este elemento de naturaleza que llamamos ‘misión compartida’. Procuro repetirme una reflexión, un tanto teológica, sobre el misterio de Dios: es tan divino dar (lo que ‘caracteriza’ al Padre) como recibir (lo que ‘caracteriza’ al Hijo). Es decir, para empezar ni un religioso ni un laico son menos porque reciban. La misión también es saber recibir y saber multiplicar el don recibido. Quedarse en la protesta porque el clero haya monopolizado para sí la misión es tan inoperante como afirmar que todos tenemos una clara y recta conciencia de qué misión nos asigna el Señor Jesús en la Iglesia de hoy.
Esto lo digo porque no quisiera que la misión compartida se entienda como sustitución o reparto de ‘poder’. Esto es la negación misma de la misión. Así pues, veo tanto a los laicos como a los religiosos así: buscando discernir qué quiere Dios hoy de nosotros, buscando entender y asumir las fuertes exigencias que estos dos estados de vida en la Iglesia piden de nosotros. Veo a religiosos y laicos tomando conciencia de que sus respectivas formas de vida son totalmente necesarias y totalmente complementarias. A partir de ahí, se deben diseñar los itinerarios de futuro: sin prisas, sin idealismos vacuos, sin descompromiso, sin pérdidas de identidad, sin apropiaciones indebidas ni intereses creados, sin temeridad y sin temor. Con mucho discernimiento y compromiso visible. Creo que nos une un mismo papel: ser buscadores de la voluntad de Dios… ¡para cumplirla!
-La Familia Dehoniana es muy diversa, ¿cómo animaría a la gente para que forme parte de esta gran familia?
Animar hace referencia a “ánima”, al alma, al propio santuario interior… y ahí ninguno podemos entrar, es una cosa entre Dios y cada uno de nosotros. Por eso, mi primera invitación es a entrar en el propio interior y discernir si el Señor llama a formar parte de esta Familia. Eso es lo primero porque, indudablemente, el Espíritu, porque nos ama, nos llama a cada uno de nosotros a estar donde Él cree que encontraremos nuestro bien. En segundo lugar, diría que lo que vale para mí, vale para otros, es decir, nosotros tenemos que cuidar el don recibido, porque no es de nuestra propiedad. Solo el cuidado del cariño lo hará disponible y reconocible para otros llamados. Pertenecer a la Familia Dehoniana, como religioso scj o como laico dehoniano, es un don y es una tarea de cuidado y de ‘reconocibilidad’. Si el Señor te llama a esta Familia, no tengas miedo, vente con nosotros y, si te sientes en tu casa, quédate.
 -Comienza su mandato en plena pandemia de coronavirus. Los Dehonianos desde el principio se han volcado en ayudar a las familias, ancianos, sanitarios… ¿Cómo animaría a la gente para que colabore con los afectados?
Hay un modo egoísta y duro de animar: ¡el siguiente puedes ser tú! La ‘regla de oro’, el mandamiento único que nos dejó el Señor “ama a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a ti mismo”, cubre todas las posibilidades. Si no te mueve el amor y el respeto de Dios, si no te mueve el amor por tus semejantes, al menos que te mueva el amor por tu propia supervivencia. Colabora, trabaja mano con mano. Este tipo de pandemias (porque no es la primera) hacen caer muchas de nuestras construcciones cotidianas. Éstas son tan buenas, están tan bien pensadas, están tan bien sostenidas en avances y progresos impresionantes (al menos en ciertas partes del planeta, como la nuestra) que tienen el efecto de hacernos olvidar la verdad… por ejemplo, que en este ecosistema nuestro, ¡los reyes son los virus y las bacterias! Que un insignificante elemento puede acabar con una especie compleja como los dinosaurios o como la que somos nosotros. La pandemia nos ha evidenciado esta verdad. Pero a su luz también resplandecen verdades aún mayores: cómo esta especie compleja que somos nosotros tiene capacidades impresionantes para revertir el reinado de virus y bacterias en el control de la vida, cómo esta especie humana tiene recursos para activar la responsabilidad, la solidaridad, el amor capaz de arriesgar la propia vida; cómo somos capaces de reivindicar humanidad, cómo somos capaces de ver y aplaudir a quienes están combatiendo por los nuestros; cómo somos capaces de exigir nuevas ideas, nuevos diseños de la cotidianidad, nuevas políticas… Y sí, todo ello entre sombras que oscurecen y enfrían esa luz.
Mi petición es que sigamos puestos en pie y atentos a cuidar unos de otros, a modificar hábitos y costumbres creando otros nuevos que nos permitan expresar ese cuidado, ese amor por el prójimo; que seamos fuertes en denunciar lo que nos pone en riesgo y seamos constantes en seguir siendo humanos gracias a poner al otro en el centro; y esto se hace interesándose: con una mirada, con un reproche, con dinero, con ayuda para hacer la compra, para llamar a un médico… y tantas y tantas maneras que surgen de estar atento al otro.
 -Desde la Provincia española se está también muy volcado en la misión en Ecuador y Venezuela. ¿Qué importancia tiene la misión para los Dehonianos y qué proyectos de estos países destacaría?
La misión, cualquier tipo de misión, tiene carta de naturaleza en nuestra congregación. Por eso, el proyecto que destaco de nuestra Congregación en Ecuador, en Venezuela y, pronto si Dios quiere, en Colombia, es éste: estar con la gente, escuchar, mirar y responder. Ese es el gran proyecto: ¿veo que hay hambre y falta de formación higiénica o cultural? ¿responde un comedor infantil y un apadrinamiento? hagámoslo; ¿veo que hay necesidad de financiar proyectos que activen un futuro gracias a un puesto de trabajo? ¿sirve una financiación por microcréditos o la creación de una escuela de formación profesional? hagámoslo; ¿veo que hay sed de justicia, que hay sed de libertad, sed de Dios? ¿sirve una parroquia que acoja la denuncia de la injusticia y el anuncio de la paz de Cristo? Hagámoslo. Este es el proyecto: ver, discernir y hacer.
-Los Dehonianos en España tienen diferentes colegios, escuelas infantiles, ESIC… ¿qué importancia tiene la educación para los Dehonianos y para el futuro de los jóvenes en general?
Como señalaba anteriormente, la misión, educativa en este caso, es connatural. Formar el hombre y la mujer de corazón nuevo, a imagen del Corazón pleno de Cristo, es el objetivo. Educar significa sacar hacia fuera lo que está dentro, esa maravilla que es cada uno de los hombres y mujeres, de los chicos y chicas que sus padres nos confían. Pero también significa transmitir todo el acumulado de experiencia y saber que la aventura humana ha alcanzado en todos sus niveles: intelectual, afectivo, espiritual, de ensoñación, de bien, pero también de mal. Defender y proteger del mal, de lo que acaba con nosotros, es otro reto. Dejar de educar significa para nosotros dejar de amar y eso toca directamente la esencia de nuestro ser y de nuestra vocación. Es un termómetro que indica nuestra salud espiritual y apostólica.
Además, esta función de enseñar va más allá de la actividad en un centro educativo o universitario; se enseña en el púlpito de una parroquia, en la sede de un confesionario, en el caminar compartido en la dirección espiritual, en la acogida de quien necesita ayuda inmediata, en la consulta de bienechores y amigos que telefonean buscando un oído que escucha y unos labios que dan lo que surge del corazón. Ahí se enseña, precisamente porque se aprende. Y los jóvenes nos enseñan cómo enseñarles. La importancia de esta misión es total a mi modesto parecer.
-La pandemia hizo que se suspendiera el acto de celebración del centenario en el Cerro de los Ángeles, ¿se va a organizar en otra fecha? ¿Se tienen previstos más actos para conmemorar el centenario de la llegada de los Dehonianos a España?
No estamos en condiciones de dar una respuesta concreta. Si Dios quiere, el gran regalo que podremos apreciar cuando superemos entre todos esta pandemia será el de tener tiempo. Con lo cual el centenario como hecho consumado podremos y deberemos celebrarlo con solemnidad y profundidad espiritual. Pero esta pandemia nos ha enseñado y nos exige tener muy en cuenta las necesidades y las urgencias de los más afectados por sus efectos. Una sociedad traspasada y una economía herida que conocerá más desempleo, más males estructurales, más hambre, más desamparo, más falta de sentido, más heridas psicológicas y espirituales abiertas, más necesidad de educación y formación y un largo etcétera, exige de nosotros dehonianos ‘re-llegar’ a esta España del 2020 con compasión y solidaridad a centenares. Si cumplimos en el día a día este tipo de actos, seguro que necesitaremos reunirnos para celebrar, contemplar y suplicar al Corazón de Cristo su gracia, su fuerza y su amor. Ojalá sea así.

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