28/10/12

Una vez al día, durante todo un año.








 
Entre unas cosas y otras, me doy cuenta de que cambiar nuestra vida requiere mucho esfuerzo. Hay quienes, de hecho, creen que mágicamente pueden dar de golpe un volantazo y que todo sea diferente. Pero no le aconsejo a nadie esto, no sea que se cumpla. Suele ser muy doloroso, motivado por un acontecimiento fuerte e impactante, caracterizado por lo tremendo. Puede suceder, y de hecho hay muchos testimonios en su favor. Todo se tambalea, existe un tiempo más o menos prolongado de desconcierto y de oscuridad, los miedos se acentúan, la debilidad y se palpa con más crudeza. Virar, de buenas a primeras, de la noche a la mañana, supone forzar hasta el punto de poder quebrar y romper.
Otra opción, paciente y constante, muy humana y menos llamativa, aunque con su visibilidad y su impacto, es la del paso a paso, la del pequeño grano de arena, la de mover las cosas de su sitio poco a poco, la de lo ínfimo incluso, la del detalle, la del signo, la de lo humilde y sencillo. Una vez al día, podría ser su lema. Una batalla al día vencida, sin pedir nada más. Una propuesta al día, sin buscar grandes cosas. Verdad es que el peligro es carecer de memoria y no saber reconocer los pasos grandes, o las distancias recorridas por mirar sólo lo que tenemos inmediatamente delante. Por eso, darle tiempo prolongado y dilación: un año. Un año plagado de pequeñas cosas, al final del cual mirar sus frutos. Un año sincero y auténticamente vivido, comprometido con nosotros, con el mundo, con la Vida, con la Verdad. Al final del cual, insisto, recapitular, reconocer, ordenar.
1.     Me imagino entonces lo que puede significar en la vida de alguien que todos los días, sin que nunca haya hecho ningún esfuerzo por su parte, sea capaz de leer al menos una página al día. No terminará su año sin poder decir que no ha leído, al menos, dos libros. Y, además, tendrá el placer y regusto de haberlos saboreado, sin perderse en la inmensidad. Conocerá cada personaje al dedillo. Habrá días que, por no cortar, se habrá excedido en su propuesta. Y lo sabrá. Era sólo una página, y ese compromiso le llevó a leer dos o tres, o cuatro, o un capítulo al día. Pero al día siguiente seguirá vigente su compromiso y pacto, primeramente consigo mismo y en obediencia a sí mismo, de su lectura diaria. No es mucho, pero que nadie piense que es poco.
2.     Una foto al día, de las múltiples que hacemos, como una especie de selección de lo vivido. Un rescate mudo y permanente, con fecha y hora, que cribe la inmensidad de imágenes que recibimos. ¡Cómo no educar así el ojo, e incluso el corazón! Sabrás a qué se pega. Mejorará la agudeza e inteligencia. Te hará estar más despierto. Podrás comprobar, al cabo del año, a qué está cogido tu corazón y tu vida, y cuántas veces se ha repetido el leit-motiv de tu existencia, de tu vocación, de aquello capaz de reclamarte por entero. Una vez al día, que no es tanto, pararte y contemplar.
3.     Una acción al día, de las gratuitas, de las comprometidas. De las que dan, sin esperar nada a cambio. De las que te obligan a leer y mirar en la realidad quién necesita de ti y qué cosas puedes dar, qué puedes dar de ti mismo, dónde te puedes compartir. Ayudar a una señora mayor a cruzar, ¡un clásico! Visible para ti, y para otros. Signo de fraternidad nada silencioso en el mundo en el que todos van a lo suyo. Ceder el paso, esperar el siguiente turno del ascensor, recoger algo para alguien que iba cargado con demasiado, dar un abrazo a quien necesita consuelo o  una palabra de ánimo a quien vive el desaliento. Habrá días, como con la lectura, que no se dejará pasar la tercera o cuarta oportunidad para hacer el bien. Todo comenzó por despertar a una pequeña cosa, pero cuando la vida entra en mecánica de amor, en lógica de servicio, en la rutina de la confianza y de la fidelidad se muestra imparable e implacable con el odio, la mentira, la desconfianza, la falsa libertad. Esto lo saben no pocos, sino muchos, cuyas vidas se han visto involucradas en la plenitud hasta semejante punto. Uno me lleva a dos. Y como mínimo habrá siete acciones semanales. ¡Como mínimo!
4.     Una entrada de blog. Y no puedo callarlo, porque en estas estoy. No todos los días son iguales. Algunos muy tediosos carecen de sentido, otros, penosos, provocan acumulación de letras por juntarlas nada más. Los normales, junto a los sublimes, ambos bondadosos son la mayoría. Pero esto no lo sabe aquel que no ha hecho la prueba. Y escribir cada día libera el corazón, abre las entrañas, capacita indiscutiblmente para la convivencia, la libertad, el Reino, la educación. Cada uno, según su vocación. Y rescata, como la foto, aunque menos palpable, una vida que para algunos estaba por terminar, a la que habían dado un ultimatum y se disponía a yacer en el olvido. Quien escribe, lo sabe.
5.     Una vez al día desconectar durante un tiempo, a elección personal. Me comprometería con ello brevemente. No creo que el compromiso anual deba de ser duro y exigente, sino más bien pequeño y humilde, que permita vivirse y adaptarse a muchas circunstancias. Sin que sepamos, dicho sea de paso, lo que sucederá durante el año entero y cómo se probará la fidelidad y la libertad. Por tanto, ¿qué tal si desconectar cinco minutos al día? Aislarse, sentarse en un lugar donde no haya nada más, para descubrir que nunca estaremos solos, para escuchar lo que deba ser escuchado en ese silencio, para soñar lo que no esté soñado en el futuro. Y hacer el esfuerzo de este signo de plenitud y de entrega. ¿Qué crees que ocurrirá al final del año, qué crees que habrá vivido aquel que ha permanecido fiel? Cinco minutos de oración así, ¿dónde nos llevaría?
6.     Buscar una conversación, encontrar a alguien. Se me ocurre. Aprovechando las nuevas tecnologías. Cada día, hablar con alguien a través de algo. De los muchos contados de Whatsapp, de Facebook, de Twitter. Seguramente entre todos ellos superen ampliamente los generosos 365 días del año. Así que, cada día con alguien. Al menos preguntarle cómo le va, cómo está, qué tal, o incluso quién es. Y esperar respuesta. Humanizaría, y no sabemos hasta qué punto, esto de las redes, de internet, de la propia vida.
7.     Un simple tweet con un hashtag propio e inventado para el momento. A modo de foto, por ejemplo, de algo sorprendente que haya ocurrido, o como desahogo, o qué se yo qué. Pero definirlo previamente, y permanencer en el compromiso, pase lo que pase. Una cita, también valdría. Una cita al día, una foto al día, todo lo que sea pequeño vale para vivirlo y comprometerse durante un año entero.
8.     Vivir sin… lo que sea. Durante un año.
Se me han ocurrido estas siete cosas pequeñas, gracias a la inspiración del blog visual de @jotallorente. Su proyecto ya cumple el año. Ya termina. Y estoy deseando escuchar cómo lo ha vivido y recoger, con él, los frutos.
Ahora bien, quien puede con algo mayor, que no se conforme con menos. También es cierto. No sea que las pequeñeces de la existencia nos hagan vivir en lo poco, en lugar de en lo mucho; o en lo pobre y sencillo, en lugar de lo sublime. No sea que, en lugar de vivir para lo grande, a lo alto y a lo ancho en la existencia, nos veamos empujados a lo miserable. Hay muchos que ya, y es de agradecer, llevan vidas entregadas casi absolutamente, cargan sobre sí lo suyo y lo de los demás, sin dejarlo ningún día del año, sin poder separarse por amor de quien sufre, de quien necesita de su alivio, de quien aspira a salir de su mundo y agujero. Quienes han sido llamados a lo grande, no se pueden conformar con menos. Pero, y aquí matizo para terminar, lo sencillo y vivido poco a poco, siempre que la vida te dé oportunidad para ello, cala muy hondo, da vigor desde dentro, inunda de novedad cada rincón de la existencia.
Te animo, de verdad y de corazón, a que hagas tu apuesta. Y si en algo puedo ayudar, aquí estoy. De momento tienes página en blanco.
 

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