Fuente: mambre.wordpress.com
Entre unas cosas y
otras, me doy cuenta de que cambiar nuestra vida requiere mucho esfuerzo. Hay
quienes, de hecho, creen que mágicamente pueden dar de golpe un volantazo y que
todo sea diferente. Pero no le aconsejo a nadie esto, no sea que se cumpla.
Suele ser muy doloroso, motivado por un acontecimiento fuerte e impactante,
caracterizado por lo tremendo. Puede suceder, y de hecho hay muchos testimonios
en su favor. Todo se tambalea, existe un tiempo más o menos prolongado de
desconcierto y de oscuridad, los miedos se acentúan, la debilidad y se palpa
con más crudeza. Virar, de buenas a primeras, de la noche a la mañana, supone
forzar hasta el punto de poder quebrar y romper.
Otra opción, paciente
y constante, muy humana y menos llamativa, aunque con su visibilidad y su
impacto, es la del paso a paso, la del pequeño grano de arena, la de mover las
cosas de su sitio poco a poco, la de lo ínfimo incluso, la del detalle, la del
signo, la de lo humilde y sencillo. Una vez al día, podría ser su lema. Una
batalla al día vencida, sin pedir nada más. Una propuesta al día, sin buscar
grandes cosas. Verdad es que el peligro es carecer de memoria y no saber
reconocer los pasos grandes, o las distancias recorridas por mirar sólo lo que
tenemos inmediatamente delante. Por eso, darle tiempo prolongado y dilación: un
año. Un año plagado de pequeñas cosas, al final del cual mirar sus frutos. Un
año sincero y auténticamente vivido, comprometido con nosotros, con el mundo,
con la Vida, con la Verdad. Al final del cual, insisto, recapitular, reconocer,
ordenar.
1. Me imagino
entonces lo que puede significar en la vida de alguien que todos los días, sin
que nunca haya hecho ningún esfuerzo por su parte, sea capaz de leer al
menos una página al día. No terminará su año sin poder decir que no ha
leído, al menos, dos libros. Y, además, tendrá el placer y regusto de haberlos
saboreado, sin perderse en la inmensidad. Conocerá cada personaje al dedillo.
Habrá días que, por no cortar, se habrá excedido en su propuesta. Y lo sabrá.
Era sólo una página, y ese compromiso le llevó a leer dos o tres, o cuatro, o
un capítulo al día. Pero al día siguiente seguirá vigente su compromiso y
pacto, primeramente consigo mismo y en obediencia a sí mismo, de su lectura
diaria. No es mucho, pero que nadie piense que es poco.
2. Una foto al
día, de las múltiples que hacemos, como una especie de selección de lo vivido.
Un rescate mudo y permanente, con fecha y hora, que cribe la inmensidad de
imágenes que recibimos. ¡Cómo no educar así el ojo, e incluso el corazón!
Sabrás a qué se pega. Mejorará la agudeza e inteligencia. Te hará estar más
despierto. Podrás comprobar, al cabo del año, a qué está cogido tu corazón y tu
vida, y cuántas veces se ha repetido el leit-motiv de tu existencia, de tu
vocación, de aquello capaz de reclamarte por entero. Una vez al día, que no es
tanto, pararte y contemplar.
3. Una acción al
día, de las gratuitas, de las comprometidas. De las que dan, sin esperar nada
a cambio. De las que te obligan a leer y mirar en la realidad quién necesita de
ti y qué cosas puedes dar, qué puedes dar de ti mismo, dónde te puedes
compartir. Ayudar a una señora mayor a cruzar, ¡un clásico! Visible para ti, y
para otros. Signo de fraternidad nada silencioso en el mundo en el que todos
van a lo suyo. Ceder el paso, esperar el siguiente turno del ascensor, recoger
algo para alguien que iba cargado con demasiado, dar un abrazo a quien necesita
consuelo o una palabra de ánimo a quien vive el desaliento. Habrá días,
como con la lectura, que no se dejará pasar la tercera o cuarta oportunidad
para hacer el bien. Todo comenzó por despertar a una pequeña cosa, pero cuando
la vida entra en mecánica de amor, en lógica de servicio, en la rutina de la
confianza y de la fidelidad se muestra imparable e implacable con el odio, la
mentira, la desconfianza, la falsa libertad. Esto lo saben no pocos, sino
muchos, cuyas vidas se han visto involucradas en la plenitud hasta semejante
punto. Uno me lleva a dos. Y como mínimo habrá siete acciones semanales. ¡Como
mínimo!
4. Una entrada de
blog. Y no puedo callarlo, porque en estas estoy. No todos los días son iguales.
Algunos muy tediosos carecen de sentido, otros, penosos, provocan acumulación
de letras por juntarlas nada más. Los normales, junto a los sublimes, ambos
bondadosos son la mayoría. Pero esto no lo sabe aquel que no ha hecho la
prueba. Y escribir cada día libera el corazón, abre las entrañas, capacita
indiscutiblmente para la convivencia, la libertad, el Reino, la educación. Cada
uno, según su vocación. Y rescata, como la foto, aunque menos palpable, una
vida que para algunos estaba por terminar, a la que habían dado un ultimatum y
se disponía a yacer en el olvido. Quien escribe, lo sabe.
5. Una vez al día
desconectar durante un tiempo, a elección personal.
Me comprometería con ello brevemente. No creo que el compromiso anual deba de
ser duro y exigente, sino más bien pequeño y humilde, que permita vivirse y
adaptarse a muchas circunstancias. Sin que sepamos, dicho sea de paso, lo que
sucederá durante el año entero y cómo se probará la fidelidad y la libertad.
Por tanto, ¿qué tal si desconectar cinco minutos al día? Aislarse, sentarse en
un lugar donde no haya nada más, para descubrir que nunca estaremos solos, para
escuchar lo que deba ser escuchado en ese silencio, para soñar lo que no esté
soñado en el futuro. Y hacer el esfuerzo de este signo de plenitud y de
entrega. ¿Qué crees que ocurrirá al final del año, qué crees que habrá vivido
aquel que ha permanecido fiel? Cinco minutos de oración así, ¿dónde nos
llevaría?
6. Buscar una
conversación, encontrar a alguien. Se me ocurre.
Aprovechando las nuevas tecnologías. Cada día, hablar con alguien a través de
algo. De los muchos contados de Whatsapp, de Facebook, de Twitter. Seguramente
entre todos ellos superen ampliamente los generosos 365 días del año. Así que,
cada día con alguien. Al menos preguntarle cómo le va, cómo está, qué tal, o
incluso quién es. Y esperar respuesta. Humanizaría, y no sabemos hasta qué
punto, esto de las redes, de internet, de la propia vida.
7. Un simple
tweet con un hashtag propio e inventado para el momento. A modo de foto, por
ejemplo, de algo sorprendente que haya ocurrido, o como desahogo, o qué se yo
qué. Pero definirlo previamente, y permanencer en el compromiso, pase lo que
pase. Una cita, también valdría. Una cita al día, una foto al día, todo lo que
sea pequeño vale para vivirlo y comprometerse durante un año entero.
8. Vivir sin… lo que sea.
Durante un año.
Se me han ocurrido
estas siete cosas pequeñas, gracias a la inspiración del blog visual de
@jotallorente. Su proyecto ya cumple el año. Ya termina. Y estoy deseando
escuchar cómo lo ha vivido y recoger, con él, los frutos.
Ahora bien, quien puede
con algo mayor, que no se conforme con menos. También es cierto. No sea que las
pequeñeces de la existencia nos hagan vivir en lo poco, en lugar de en lo
mucho; o en lo pobre y sencillo, en lugar de lo sublime. No sea que, en lugar
de vivir para lo grande, a lo alto y a lo ancho en la existencia, nos veamos
empujados a lo miserable. Hay muchos que ya, y es de agradecer, llevan vidas
entregadas casi absolutamente, cargan sobre sí lo suyo y lo de los demás, sin
dejarlo ningún día del año, sin poder separarse por amor de quien sufre, de
quien necesita de su alivio, de quien aspira a salir de su mundo y agujero.
Quienes han sido llamados a lo grande, no se pueden conformar con menos. Pero,
y aquí matizo para terminar, lo sencillo y vivido poco a poco, siempre que la
vida te dé oportunidad para ello, cala muy hondo, da vigor desde dentro, inunda
de novedad cada rincón de la existencia.
Te animo, de verdad y
de corazón, a que hagas tu apuesta. Y si en algo puedo ayudar, aquí estoy. De momento
tienes página en blanco.
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