El
Evangelio de Marcos 13, 24-32 utiliza el género apocalíptico para hablarnos del
“final de la historia”.
San Marcos
escribe esta página del evangelio para “animar y dar esperanza” a las
comunidades cristianas de los años setenta, que probablemente habían salido
hacía poco o estaban sufriendo el asedio y posterior destrucción de la ciudad
de Jerusalén de manos del ejército de la potencia dominadora del momento que
era Roma. Estaban viviendo una situación dramática por el desastre que se les
venía encima y la incertidumbre que producía el hecho de que la ciudad santa y
su tempo santo habían sido arrasados y de qué manera. Los habitantes pasados a
cuchillo después de una supervivencia dolorosa con el asedio de la ciudad. Esta
gente recibía el evangelio como “buena noticia”; y a nosotros nos parecen
palabras de “mal agüero” y no nos suenan a buena noticia ni por asomo.
Algo debe
pasar y es posible que nosotros recibamos estas palabras con otras categorías
mentales de las que las recibían en aquel tiempo. Por eso es bueno tratar de
acercarnos a las categorías mentales de aquella gente para entender bien lo que
el evangelio nos dice.
Podemos
decir que están escritas en un género literario que llamamos apocalíptico y por
lo tanto hay que leer el texto desde esa clave. Voy a intentar hacer esa
lectura sin agotar para nada el significado del evangelio ni el alcance del
género apocalíptico.
Voy a hacer
la lectura esquemáticamente y sin profundizar demasiado.
Preámbulo:
Se habla de sol, luna y estrellas que se apagarán y caerán. No olvidemos una
determinada mentalidad animista que colea siempre en la mente de la gente hasta
nuestros días. A los astros se les atribuyen poderes sobre las personas y sus
vidas. Pensemos que el horóscopo no es otra cosa que darles a los astros
propiedades que no tienen. Pues bién,
decir que “pasarán” el sol, la luna y las estrellas, es afirmar que esos
“seres” o “potestades” celestes son de inferior rango que Dios y le están
sometidas como la creatura al creador. Estas “dominaciones” no tienen últimas
palabras y por lo tanto el hombre no está sometido a ellas y su supuesto
influjo no es nada decisivo para la historia de salvación. En definitiva se
está proclamando la libertad del hombre y su superioridad sobre estas
realidades creadas o sobre todas las realidades creadas. El hombre está
“sometido” solo a Dios, su Señor.
Primero. En
la cultura dominante de aquel tiempo (quizás hoy también esté en el sustrato de
nuestra cultura) el “tiempo” era concebido como algo “circular”; es decir:
“eterno retorno”. Todas las cosas pasan y vuelven a repetirse; el tiempo tiene
ciclos como la naturaleza que discurre entre primavera e invierno, volviendo a
ser lo mismo cada año. El tiempo, si es
circular es “irredemible” y por lo tanto el hombre es alguien que “pasa” y como
mucho vuelve al principio para volver a repetir los ciclos vitales. No hay
historia; no hay futuro; no hay esperanza. Como mucho se espera a “Godó”.
La cultura
semita o hebrea tiene la genialidad de percibir el tiempo “linealmente”. El
tiempo tiene un principio (alfa) y un final (omega). No hay retorno. Hay solo
avance, aunque a veces sea un avance quebrado y no siempre hacia arriba o
progresivo. El principio lo garantiza Dios que crea por amor. El final, lo
garantiza el mismo Dios que espera la plena realización de la creatura
(hombre); una realización que no es otra que entrar de pleno en la vida de Dios
que es Amor compartido. Por lo tanto: El futuro es FUTURO ESPERANZA,
garantizado por Dios mismo.
Segundo: La
historia es historia de salvación. En ella hay dos protagonistas que la llevan
adelante, hacia el punto omega, aunque sea en distinto plano, nunca
homologable. Los protagonistas son Dios y el Hombre.
Tercero:
Dios empuja la historia hacia un final feliz de plenitud. Y ese final está
garantizado por la fidelidad de Dios. Dios es “Dios de vivos”. Dios es la única
garantía de que esto no termine en catástrofe o en “la nada” o en el “eterno
retorno”.
Cuarto: El
hombre (nosotros) es responsable en la andadura de esta historia. El hombre
puede poner trabas, puede des-crear o destejer. Si lo hace será un
irresponsable. Se saldrá de los caminos de Dios. Si el hombre ejerce de
responsable (es decir responde obediencialmente a Dios) entonces la historia
avanzará hacia la plenitud del hombre y de la creación.
Quinto: El
Nuevo Testamento, introduce una novedad: EL ÚLTIMO DÍA YA HA COMENZADO.
La historia
de salvación no camina hacia un final “the end” y se acabó. La historia de
salvación camina hacia una maduración, eclosión de todas las realidades en lo
mejor de ellas mismas realizadas en Dios, en su Amor y en “digamos” un nuevo
acto creador de Dios que será como hacer nuevas todas las cosas.
Esta
maduración, esta eclosión de nueva vida o de nueva creación, ya está presente en
nuestra historia desde el día de la resurrección del Señor Jesús. La
resurrección de Jesús o Jesús resucitado inaugura el último día o el inicio de
la culminación de la obra creada en una creatura. Jesucristo ha entrado en el
cielo y con él todos nosotros, nuestra historia ya puede respirar aires de
cielo. La novedad absoluta de la creación ya se ha dado y para siempre al menos en el “hombre” Jesús. (De María podemos
afirmar lo mismo pero realizado “en Cristo”). El fruto de la Pascua ha sido
Pentecostés o la venida del Espíritu Santo derramado sobre toda carne. El
Espíritu viene y “renueva todas las cosas”.
Todos nosotros por nuestro bautismo hemos sido injertados en la Pascua
de Cristo por el Espíritu que se nos ha dado. Somos “hombres nuevos” y ya
ciudadanos del cielo.
Ahora bien,
todavía no hemos llegado a la maduración plena. Está aconteciendo en nosotros
ese don de Dios y vamos creciendo y madurando. Esperamos con gozo que llegue el
día, el último día, en plenitud.
No
esperamos catástrofe o “la nada”, sino que esperamos un cielo nuevo y una
tierra nueva.
Sexto: Hoy
fraguamos esta maduración. Hemos de vivir cada día “respondiendo
obediencialmente” a Dios para hacer todos los días su voluntad. De esta forma
encaminaremos nuestra historia y toda la historia hacia la plenitud de la
Salvación, que sin dejar de ser Don de Dios, es también tarea nuestra.
Séptimo: Es
importante estar atentos al paso de Dios por nuestra vida. Estar atentos a los
“kairós” de Dios que habla siempre. Dios está siempre de nuestra parte. Dios
está siempre hablándonos desde los “marginados” de la historia; desde aquellos
que sufren la opresión o el irrespeto de parte de sus hermanos. Dios está al
lado de los pobres, de los enfermos, de los perseguidos por causa de la justicia…
Nos toca hacer justicia y construir la paz “desde Dios”.
Octavo: El
último enemigo que será vencido será la muerte. Y la muerte ya ha sido vencida
en Cristo. Cada día hemos de saber con-morir con Cristo para resucitar con Él.
No
olvidemos: Nadie nos puede separar el Amor de Dios manifestado en Cristo Jesús.
Así es que vayamos hacia adelante en esta nuestra historia caminando
esperanzados y seguros de que Dios lo será todo en todos.
Gonzalo
Arnaiz Alvarez, scj
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